El investigador que lucha por la verdad y la libertad de todos es solidario; pero por ser docto es solitario. En muchas ocasiones, comete lo que para algunos es una afrenta. No puede desentenderse de los procesos sociales ni de la política. Ni siquiera puede adherirse a la tragedia que significa la simplificación política de las cosas. Se convierte en una voz que en la mayoría de las ocasiones invoca en el desierto. Como dice José Luis Aranguren, “solidariamente solitario o solitariamente solidario, resulta un tanto incómodo”. Por otro lado, hay personas que critican el sistema declarándose inconformistas, pero a la hora de la verdad no se solidarizan y se desentienden sobre todo si la situación nada tiene que ver con ellos.
También están los pseudointelectuales que a la sociedad le cómodo y tranquilizador asimilar como “outsiders” (1) pintorescos e inocuos, por tanto tolerables. Sin embargo, el intelectual prefiere ser devorado por la sociedad antes de ser tolerado como bufón o juglar del Reino. En ésta línea, debemos tomarnos a nosotros mismos en serio.
A mi juicio, el título: “Burocratización de la Mente”, acuñado por Ludwig von Mises en su libro “Burocracia”, describe perfectamente la situación que se está viviendo en la mayoría de las administraciones públicas españolas.
Las diversas definiciones de “burocracia” entrañan en su contenido mismo un problema. Por ejemplo, esa que dice que “es la estructura administrativa de una organización grande o compleja”. No obstante, las características de la “organización burocrática” fueron inicialmente formuladas por Max Weber, quién vio en ellas una división de trabajo altamente desarrollada cuya autoridad estaba cimentada sobre normas administrativas más que en alianzas personales o tradición social, funcionando más como una institución racional e impersonal, cuyos miembros, actúan más como “oficinas o departamentos que como individuos” (2).
Por lo tanto, en teoría una organización debe caracterizarse por su formalismo y su regulación mecánica por lo que en la misma “se da una concentración de la dirección al igual que una división del trabajo. El miembro ordinario ocupa un papel tanto activo como pasivo” (3).
No obstante, la realidad es otra, el enorme crecimiento de las grandes burocracias en las organizaciones sin fines de lucro, empresa privada y administraciones públicas es un gigantesco obstáculo para el desarrollo de la política pública. Es la burocracia la que hace que el personal sanitario pierda parte del tiempo rellenando formularios, en vez de cuidar a los enfermos; que los profesores pierdan innumerables horas escribiendo informes y asistiendo a conferencias (4) de medio pelo, preparando las lecciones, calificando exámenes y en ocasiones dando tutorías estériles.
La burocracia también impide que los jóvenes empresarios, ejecutivos y funcionarios se conviertan en líderes, transformándoles en grandes chupa tintas. Honoré de Balzac solía decir que “la burocracia es una máquina gigantesca manejada por pigmeos”. Mientras que uno de nuestros escritores más insignes, Pío Baroja, señalaba que “la burocracia en los países latinos parece que se ha establecido para vejar al público”. A veces, tengo la sensación de que algunos avispados camuflados detrás del anonimato pretenden tomarnos el pelo.
En esta línea, considero que debemos cambiar nuestra perspectiva y apuntar más alto. Las nuevas tendencias reflejan que la creatividad, los grupos, sincronizados y estables compuestos por personas capacitadas de no más de diez funcionan de forma más eficaz (5). Desde hace varias décadas, los líderes aun estando muy preparados y siendo los más idóneos para sus cargos se han visto rehenes del sistema. Está claro, que no hablo del capitalismo ni de lo que pueda quedar del socialismo sino de una forma predominante de poder en todos los países que es la burocracia.
Los burócratas que no son funcionarios elegidos democráticamente, llevan la gestión de todos los gobiernos de una forma cotidiana y hacen que casi todas las decisiones se atribuyan públicamente a los presidentes, ministros, alcaldes, consejeros y otros. Lo curioso de todo esto, es que “con independencia del número de partidos que contiendan en las elecciones sin importar cuál consigue más votos hay un solo partido que siempre gana. Es el Partido Invisible de la Burocracia” (6).
La gran cuestión de esta reflexión es ¿cómo cambiar la situación? ¿Qué mecanismos puede desarrollar el Estado para frenar el avance del monstruo que ha creado? Por momentos he sido testigo de cómo una administración se ve paralizada por la falta de una firma, la desaparición de documentos, equipamiento escaso o dañado convenientemente porque el encargado está de baja o porque el dueño de la chaqueta polvorienta sobre la silla está realizando una gestión y así sucesivamente.
Lo más triste y lamentable de estas situaciones es que estos individuos que entorpecen el funcionamiento de las administraciones y nos causan tantos agravios, ponen “el grito en el cielo” cuando prueban su propia medicina en otra administración.
Por este motivo, cuando algún ignorante sobre los mecanismos administrativos me dice que la culpa la tiene el alcalde o el consejero u otro cargo con responsabilidad pública me pegunto, ¿si tiene alguna idea sobre lo que está pasando dentro de las administraciones y corporaciones públicas? La realidad última de nuestro sistema es que un funcionario anónimo con el simple hecho de meter el palo en la rueda es capaz de cargarse todo un programa de partido o calendario de trabajo de una administración pública.
Por ésta razón, el Estado debe replantearse seria y meticulosamente, un cambio profundo sobre ese “Edén” donde habitan los funcionarios. Opositar sí, pero cada cierto tiempo reciclarse. Y si no cumple con los requisitos mínimos para ejecutar las tareas inherentes a su cargo debe ser apartado de las áreas sensibles del Estado.
Finalmente, hasta que los cargos con responsabilidad política no tomen la determinación de cambiar la situación estaremos leyendo en los medios de comunicación sobre toda clase de sucesos surrealistas que atormentan al ciudadano común porque permaneceremos a merced de la mente burocrática.
(1) Aquel que está excluido de un partido, asociación o grupo.
(2) Bureaucracy. (n.d.). Britannica Concise Encyclopedia. Retrieved March 19, 2009, from Answers.com Web site: http://www.answers.com/topic/bureaucracy
(3) Mac Íver, R.M.; Page, C.H.: (1969) Sociología. “Principales formas de Estructura Social”. Editorial Tecno. Madrid. Página 239.
(4) LeBouef, M.: (1985) “The Greatest Management Principle in the World. The Magic question”. G.P.Putnam’s Sons. Canadá. Página 29.
(5) Cusumano, M.A.: (2006) Microsoft logra que los equipos grandes funcionen como pequeños. Ediciones Deusto. Páginas 84-85.
(6) Toffler, A.: (1994) “El Cambio del Poder: El Partido Invisible”. Plaza & Janes Editores, S.A. Página, 300.
*Originalmente publicado por Michael A. Galascio Sánchez, Ph.D. en 2009 y revisado en julio de 2017.