En nuestra infancia, cuando nos preguntaban qué queríamos ser de mayores, solíamos responder con entusiasmo y sueños desbordantes. Las respuestas variaban desde astronautas y médicos hasta artistas y deportistas profesionales. En aquel entonces, nuestras aspiraciones eran impulsadas por la emoción y la imaginación sin límites. Sin embargo, a medida que envejecemos y experimentamos las complejidades de la vida, nuestras prioridades y perspectivas pueden cambiar drásticamente.
Al mirar hacia atrás, muchos de nosotros hemos llegado a la reveladora conclusión de que lo que realmente deseamos ser de mayores no es un título, una posición o una carrera en particular. En lugar de eso, anhelamos ser personas que dan más de lo que han recibido. Esta transformación de nuestros sueños infantiles a un anhelo más profundo y significativo es un recordatorio de la verdadera esencia de la humanidad.
A lo largo de nuestras vidas, hemos sido bendecidos con innumerables regalos y oportunidades. Hemos recibido amor, apoyo, educación y experiencias que nos han moldeado y nos han llevado hasta donde estamos hoy. Pero al llegar a la madurez, comenzamos a valorar el poder de dar y cómo puede transformar nuestras vidas y las vidas de los demás.
La vida se trata de relaciones y conexiones humanas. Es en el acto de dar, en ofrecer nuestro tiempo, atención, compasión y ayuda a los demás, donde encontramos un propósito más profundo y una satisfacción duradera. Cuando dedicamos nuestra energía y recursos a hacer una diferencia en la vida de los demás, descubrimos que nuestros corazones se llenan de gratitud y alegría genuina.
No se trata solo de dar materialmente, sino también de dar amor, bondad y comprensión. En un mundo lleno de egoísmo y competencia, ser una persona que da más de lo que ha recibido es un acto revolucionario de generosidad y empatía. Es una forma de contrarrestar el individualismo y construir una sociedad más compasiva y solidaria.
A medida que crecemos, nos damos cuenta de que el verdadero éxito no se mide por nuestras posesiones materiales o nuestros logros personales, sino por la huella que dejamos en los corazones de los demás. La satisfacción más profunda proviene de ser un faro de luz en la vida de alguien más, de ser una inspiración y un apoyo en tiempos de dificultad.
En este viaje de autodescubrimiento, aprendemos que la grandeza reside en la capacidad de compartir nuestras bendiciones con aquellos que lo necesitan. Al dar más de lo que hemos recibido, extendemos una mano solidaria a aquellos que están pasando por momentos difíciles y les mostramos que no están solos en su camino.
Entonces, cuando nos preguntamos qué es lo que realmente queremos ser de mayores, la respuesta se encuentra en el espíritu generoso y altruista que nos impulsa a dar más. Ser una persona que da más de lo que ha recibido no solo nos enriquece individualmente, sino que también enriquece a nuestra comunidad y al mundo en general.
Referencias biblioráficas:
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Dunn, E. W., Aknin, L. B., & Norton, M. I. (2008). Spending money on others promotes happiness. Science, 319(5870), 1687-1688. doi: 10.1126/science.1150952