“Cómo el mal se viste de luz para destruir desde dentro”
El disfraz sagrado del mal
Vivimos en una era donde el mal ya no ruge ni aterra desde el margen, sino que susurra desde el centro. Se ha vuelto estratégico, elegante, incluso empático. El nuevo mal no quema iglesias: las dirige. No destruye escrituras: las cita. No se esconde en la sombra: ocupa posiciones visibles, carismáticas y decoradas con lenguaje de virtud. Como afirmo en El mal: Una realidad sutil y peligrosa en la vida cotidiana y espiritual, “la presencia del mal adquiere un carácter aún más peligroso y sutil, ya que puede manifestarse a través de la manipulación de las creencias y valores religiosos” (Galascio Sánchez, 2023).
Esta sofisticación no es accidental. C. S. Lewis lo señaló hace décadas en The Screwtape Letters (Cartas del diablo a su sobrino), cuando advirtió que el arma más efectiva del demonio no es la violencia, sino la confusión moral: “Hay dos errores igualmente graves pero opuestos en los que puede caer nuestra raza respecto a los demonios: uno es no creer en su existencia. El otro es creer en ellos y sentir un interés excesivo y malsano por ellos”. (Lewis, 1942). Es decir, mientras muchos ignoran su presencia, otros se obsesionan con ella. Ambas posturas lo fortalecen. La verdadera estrategia demoníaca hoy es la mimetización.
La filósofa Hannah Arendt también habló del “rostro cotidiano del mal” cuando describió a Eichmann como un burócrata obediente, no un monstruo cruel. “La triste verdad es que la mayor parte del mal es cometida por personas que nunca deciden ser buenas o malas” (Arendt, 1963). Esta banalidad del mal nos revela su táctica actual: camuflaje institucional, moralidad adaptativa, bondad superficial.
En mi texto El mal II, desarrollo la idea de cómo “estas manifestaciones, sutiles y peligrosas, nos desvían inadvertidamente del sendero correcto, alimentándose de la pureza, la inocencia y la fe” (Galascio Sánchez, 2024). El mal contemporáneo no se opone al bien, lo parasita. Se alimenta de la luz ajena para seguir existiendo. Aquí es donde entra la dimensión espiritual del discernimiento: el olfato moral, el ojo que ve detrás del disfraz.
Porque no estamos sólo frente a estructuras injustas, sino frente a inteligencias espirituales reales. El padre Vincent Lampert, exorcista de Indianápolis, ha declarado sin ambigüedades: “El demonio no es una metáfora psicológica, sino una entidad real, personal, que odia al ser humano por haber sido creado a imagen de Dios” (Lampert, 2021). Y no está solo. Lucifer, Satán, Asmodeo, Leviatán… cada uno opera con astucia específica y agenda particular.
Malachi Martin, en Hostage to the Devil, fue más lejos: “La posesión no se trata sólo de tomar control del cuerpo… sino de pervertir la voluntad, de distorsionar lo divino hasta que lo santo parezca repulsivo y lo profano parezca razonable” (Martin, 1992). El infierno ya no espera al otro lado: se ha vuelto liturgia encubierta, psicología pervertida, filantropía que compra conciencias.
El mal que nos rodea no siempre se presenta como enemigo. A veces se manifiesta como salvador. Por eso, nuestra defensa no puede ser sólo moral o legal: debe ser espiritual, teológica y existencial. El problema no es sólo quién gobierna, sino quién inspira desde las sombras. Y la pregunta no es si el mal existe, sino si sabemos detectarlo cuando se arrodilla junto a nosotros.
Anatomía de un engaño: estructuras, psicología y liturgia infernal
Cuando el mal se reviste de virtud, lo más peligroso no es su poder de destrucción directa, sino su capacidad de seducción emocional. Las entidades demoníacas no actúan solamente desde lo oculto: configuran sistemas de pensamiento, rituales culturales y formas de liderazgo que lentamente minan el discernimiento colectivo. Así opera Leviatán con la soberbia ideológica; Asmodeo, con el placer disfrazado de liberación; Belcebú, con la idolatría institucionalizada. Lo que parece una opción estética, a menudo es un canal simbólico donde se cultiva terreno fértil para el control espiritual.
En Rompe el lavado de cerebro, advierto cómo “se utilizan técnicas para bloquear pensamientos críticos. Mantras, frases repetidas… se usan para evitar que te hagas preguntas incómodas” (Galascio Sánchez, 2024). Esta frase no es una metáfora. En cada cultura, hay sistemas diseñados para proteger dogmas funcionales que no pueden sostenerse sin coerción psicológica. Esta represión no es aleatoria: es doctrina demoníaca disimulada, anestesia del alma colectiva.
Hannah Arendt lo vislumbró con claridad profética: el mal no necesita monstruos para avanzar, le basta con administradores eficaces y ciudadanos obedientes. El adoctrinamiento emocional, las narrativas de víctima perpetua, las lógicas de sospecha permanente y la inversión moral del lenguaje son expresiones de ese mismo veneno. Donde antes había verdad, ahora hay simulacro. Donde había convicción, ahora hay consenso sin alma.
El padre Gabriele Amorth, exorcista del Vaticano, sostenía que “el demonio entra por las grietas que deja el relativismo”. Cuando todo se vuelve interpretativo, negociable y emocionalmente frágil, la figura del tentador no aparece como antagonista, sino como consejero. Su herramienta más eficaz no es el miedo, sino la comodidad. No quiere que creamos en él. Quiere que no lo detectemos.
Malachi Martin fue claro: “Los demonios actúan también a través de estructuras. Su objetivo es transformar espacios sagrados en zonas de ocupación espiritual” (Martin, 1992). Eso explica por qué hay instituciones que, en nombre del progreso, pervierten la inocencia, desacralizan la verdad y confunden la libertad con la deconstrucción radical del orden moral.
«C. S. Lewis, con una ironía de tintes proféticos, puso en boca del demonio ficticio Screwtape —un experimentado mentor infernal que escribe cartas a su sobrino Wormwood— una aguda crítica a la condición humana y sus debilidades espirituales: “La forma más segura de perder el alma es un camino lento, con pendientes suaves, sin señales repentinas, sin giros bruscos” (Lewis, 1942). Así actúa el mal moderno: no aterra, adormece. No confronta, seduce. No excluye, disuelve.
Y cuando el alma está dormida, la voluntad puede ser fácilmente reemplazada. Aquí no hay posesión al estilo hollywoodense, sino ocupación progresiva. El alma se convierte en terreno ambiguo. El individuo, desprovisto de claridad, se vuelve dócil a toda causa que le prometa aceptación emocional, pertenencia simbólica o significado inmediato.
La gran batalla no es contra la carne, sino contra las narrativas que buscan sustituir la verdad revelada por la construcción consensuada. Y eso —como diría San Pablo— es una guerra espiritual. No solo moral. No solo filosófica. Una guerra que exige almas despiertas, rodillas dobladas y ojos que sepan reconocer cuándo un ángel ha cambiado su luz por simulacro.
Discernimiento, resistencia y restauración espiritual
Frente a esta realidad compleja, nuestra primera tarea no es debatir con el mal, sino desenmascararlo. La guerra espiritual no se gana con argumentos sofisticados, sino con la claridad interior de quien camina en verdad. Jesús no razonó con el diablo en el desierto: citó la Palabra. No negoció: resistió. Y eso nos deja una clave irrenunciable: el alma discerniente no se forma en el ruido, sino en el silencio santo, en la oración profunda, en la comunión con la verdad sin maquillaje.
Discernir, entonces, es un acto de valentía y lucidez. Requiere revisar nuestras lealtades, nuestros afectos, nuestras alianzas. El mal seduce desde lo que nos parece necesario: seguridad, aceptación, pertenencia. Pero Dios nunca utiliza la mentira para guiarnos. Si algo exige oscuridad para avanzar, no proviene del Espíritu Santo. Si una causa necesita manipular para convencer, no es justa. Si una relación socava tu claridad, no es divina.
Es aquí donde entra la necesidad de límites espirituales. Como escribí en Poner la otra mejilla, “poner la otra mejilla no significa entregar el cuerpo al asesino ni dejar desprotegido al inocente… exige que la defensa no se transforme en venganza, ni la justicia en revancha” (Galascio Sánchez, 2025). Defender nuestra paz no es egoísmo, es obediencia. Marcar límites no es orgullo, es fidelidad al Espíritu. Retirarse de un terreno invadido no es debilidad: es estrategia sagrada.
El exorcista Vincent Lampert lo enfatiza: “Donde hay una vida de gracia, el demonio no tiene acceso. La oración, los sacramentos, la obediencia a la verdad y la renuncia al pecado son murallas invisibles contra el Infierno” (Lampert, 2021). Y Malachi Martin lo confirma: “Las almas limpias no son inmunes a los ataques, pero se vuelven impenetrables si viven en verdad” (Martin, 1992).
La restauración espiritual, por tanto, no comienza con el mundo. Comienza en nosotros. Cada alma ordenada es una trinchera contra la mentira. Cada conciencia bien formada es una lámpara encendida en la penumbra del siglo. Cada comunidad que escoge la integridad por encima de la conveniencia está vaciando el infierno de terreno útil.
La Escritura dice: “Resistan al diablo, y él huirá de ustedes” (Santiago 4:7). Y también nos recuerda: “Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo tenebroso, contra las fuerzas espirituales del mal en las regiones celestiales” (Efesios 6:12). No se nos llama a combatirlo con gritos, sino con firmeza. No a obsesionarnos con él, sino a ignorarlo mientras obedecemos radicalmente a Dios. Porque donde Dios reina, el mal no puede gobernar.
Referencias
Arendt, H. (1963) <<Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal>>. Fondo de Cultura Económica.
Galascio Sánchez, M. A. (2023) <<El mal: Una realidad sutil y peligrosa en la vida cotidiana y espiritual>>. Policy Examination. https://policyexamination.com/2023/04/11/el-mal-una-realidad-sutil-y-peligrosa-en-la-vida-cotidiana-y-espiritual
Galascio Sánchez, M. A. (2024) <<El mal II: Realidad sutil en la vida cotidiana y espiritual>>. Policy Examination. https://policyexamination.com/2024/01/14/el-mal-ii-realidad-sutil-en-la-vida-cotidiana-y-espiritual
Galascio Sánchez, M. A. (2024) <<Rompe el lavado de cerebro>>. Policy Examination. https://policyexamination.com/2024/12/23/rompe-el-lavado-de-cerebro
Galascio Sánchez, M. A. (2025) <<Poner la otra mejilla>>. Policy Examination. https://policyexamination.com/2025/05/19/poner-la-otra-mejilla
Lampert, V. (2021) <<Exorcism: The Battle Against Satan and His Demons>>. Emmaus Road Publishing.
Lewis, C. S. (1942) <<The Screwtape Letters>>. HarperOne.
Martin, M. (1992) <<Hostage to the Devil: The Possession and Exorcism of Five Contemporary Americans>>. Harper San Francisco.
Biblegateway (s.f.). Santa Biblia: Reina-Valera 1960. [Santiago 4:7; Efesios 6:12].
