El concepto de “resiliencia” se originó en el ámbito de la ecología y la psicología, refiriéndose a la capacidad de un sistema o individuo para resistir, adaptarse y recuperarse ante desafíos o adversidades. En el contexto europeo, la “resiliencia” se refiere a la capacidad de las naciones y sociedades europeas para enfrentar, mitigar y adaptarse a una serie de amenazas contemporáneas que ponen a prueba la estabilidad y cohesión de la región. En esta línea, la clase política decadente de Europa no debería olvidar la construcción de la Unión Europea (UE) tras las devastaciones de las dos guerras mundiales y la Guerra Fría. Es un ejemplo que ofrece esperanza a una Europa sin salida, para recordar que ha sido capaz de superar enormes desafíos en el pasado, a través de la colaboración y la creación de instituciones que buscan asegurar la paz y la estabilidad en el continente. Este proceso de reconstrucción y cooperación internacional fue una respuesta directa a los horrores vividos durante esas guerras, y su objetivo era evitar que Europa volviera a caer en conflictos destructivos. La UE es, por tanto, un testimonio de la capacidad de los países europeos para unirse y construir una estructura política y económica que promueva la paz, la estabilidad y la prosperidad, pese a las diferencias nacionales y los desafíos que han surgido desde entonces.
No obstante, hay políticos europeos débiles y a la vez cargados de maldad que han abierto la puerta a la destrucción de Europa, dando la espalda al espíritu de resiliencia y cooperación vital para enfrentar las amenazas modernas, como el terrorismo, la ciberseguridad, y la crisis migratoria ilegal y violenta, entre otras.
Por otro lado, las “amenazas modernas” abarcan una amplia gama de desafíos que van desde el terrorismo, la ciberseguridad y la inmigración no controlada, hasta la crisis económica, la erosión de la confianza pública en las instituciones y el auge de ideologías extremistas. En este editorial, exploraremos la resiliencia de Europa desde un enfoque diversificado, abordando cómo las amenazas modernas están configurando el presente y el futuro del continente, y proponiendo medidas para fortalecer su capacidad de respuesta.
Desde el punto de vista geopolítico e histórico, Europa ha sido un epicentro de conflictos, alianzas y reconstrucciones que han moldeado su resiliencia contemporánea. La construcción de la Unión Europea (UE) en el siglo XX fue una respuesta directa a las devastaciones de dos guerras mundiales y la Guerra Fría. Sin embargo, las recientes amenazas modernas, como la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 y la Guerra de Ucrania han reavivado las tensiones en las fronteras orientales de Europa, desafiando la estabilidad geopolítica de la región. En otro escenario, la fragmentación interna, exacerbada por el auge de movimientos secesionistas en Cataluña o Escocia, así como el Brexit, ha puesto en jaque la unidad europea, debilitando su cohesión interna y exponiendo fisuras que actores externos pueden explotar. La separación de Cataluña, Escocia e Inglaterra (Brexit) a la larga les pondrá en manos de los movimientos de inmigrantes bien organizados y muy bien financiados por gobiernos enemigos de Europa como Rusia y algunos países árabes.
Por otro lado, en términos de seguridad y defensa, Europa enfrenta desafíos que van más allá de las amenazas convencionales. El terrorismo, la ciberseguridad y la inmigración descontrolada son ahora aspectos centrales de la agenda de seguridad europea. La crisis migratoria de 2015, provocada en gran medida por conflictos en Oriente Medio y África, evidenció la falta de preparación de la UE para gestionar grandes flujos de refugiados, lo que generó tensiones internas entre los Estados miembros y cuestionó la eficacia de las políticas de seguridad y defensa europeas. En la actualidad la situación se ha agravado poniendo de manifiesto la incapacidad para controlar las fronteras exteriores de la UE, facilitado así la entrada de actores maliciosos que buscan desestabilizar la región, mientras que el terrorismo yihadista ha explotado estas vulnerabilidades para sembrar el caos en ciudades como París, Bruselas y Berlín. Desde mi punto de vista, Inglaterra, Irlanda del Norte y la República de Irlanda ya se encuentran irremediablemente perdidas.
La resiliencia política de Europa también se ve amenazada por la erosión de la confianza pública en las instituciones gubernamentales, un fenómeno que ha sido aprovechado por movimientos populistas y extremistas. La desconfianza en la capacidad de la UE para gestionar crisis como la económica de 2008, la crisis migratoria o la pandemia de COVID-19 ha alimentado la narrativa de partidos euroescépticos, que por cierto fundamenta sus preocupaciones en hechos reales y potencialmente bien peligrosos. Estos partidos abogan por una mayor soberanía nacional en detrimento de la integración europea. Esta crisis de legitimidad institucional ha fragmentado aún más el panorama político europeo, poniendo en peligro la gobernanza colectiva de la UE y su capacidad para establecer políticas eficaces en un entorno cada vez más complejo y volátil.
Desde la óptica económica, la resiliencia de Europa se ve desafiada por la necesidad de equilibrar el crecimiento económico con la sostenibilidad y la equidad social. La crisis financiera de 2008 dejó cicatrices profundas en las economías europeas, especialmente en los países del sur de Europa, donde el desempleo y la austeridad han debilitado el tejido social. A esto se suma la amenaza del cambio climático, que exige una transición hacia una economía verde que desafortunadamente está mal planificada, que no solo sea sostenible, sino también justa. Sin embargo, las diferencias económicas entre los Estados miembros han complicado la implantación de políticas económicas y ambientales comunes, lo que a su vez ha aumentado las tensiones internas dentro de la UE. Por otra parte, la mala gestión de los fondos europeos por gestores ineptos dificulta que algunos países desarrollen las infraestructuras necesarias para materializar las políticas públicas europeas.
En cambio, el impacto social y cultural de las amenazas modernas es quizás el aspecto más profundo y difícil de abordar en términos de resiliencia. La inmigración ilegal descontrolada ha generado tensiones significativas en las sociedades europeas, donde el aumento de la diversidad cultural ha sido acompañado por enormes desafíos en la integración social y económica de los migrantes. A pesar de los esfuerzos de algunos países por acoger a los refugiados y migrantes, la incapacidad de otros para gestionar estos flujos ha provocado una creciente xenofobia y un resurgimiento del nacionalismo. Sobre todo, cuando existe un porcentaje significativo de inmigrantes que abiertamente manifiestan su intención de no integrarse, aprovecharse de todos servicios que ofrecen las estructuras del estado e imponer su cultura sobre la del país de acogida. Este fenómeno ha sido explotado por ideologías extremistas que buscan dividir a las sociedades europeas, poniendo en riesgo la cohesión social y la estabilidad interna de la región.
El auge de las ideologías extremistas y la erosión de la confianza pública en las instituciones gubernamentales son síntomas de una crisis más profunda en la resiliencia de Europa. Movimientos políticos como el Frente Nacional en Francia, Alternativa para Alemania (AfD), o los partidos populistas en Italia y España, han capitalizado el desencanto de amplios sectores de la población que sienten que sus gobiernos han fracasado en proteger sus intereses y valores. Este fenómeno no solo socava la estabilidad política interna, sino que también debilita la posición de Europa en el escenario internacional, al fragmentar su voz y su capacidad de acción colectiva. Esta es exactamente la situación que favorece la estrategia geopolítica de Rusia, que se beneficia de una Europa debilitada y fragmentada.
En este contexto, la inmigración ilegal descontrolada y la fragmentación interna representan desafíos cruciales que ponen en jaque la resiliencia de Europa. La incapacidad para gestionar de manera efectiva los flujos migratorios ha profundizado las divisiones entre los Estados miembros, generando un clima de desconfianza mutua que erosiona la solidaridad europea. Además, la fragmentación interna, ya sea en el ámbito político, económico o social, no solo amenaza con desestabilizar a la UE desde dentro, sino que también aumenta la vulnerabilidad de la región frente a la desintegración interna y la manipulación externa.
A pesar de estos desafíos, es importante reconocer los esfuerzos que Europa ha realizado para fortalecer su resiliencia. La UE ha establecido una serie de medidas para mejorar la seguridad fronteriza, fomentar la integración social de los migrantes y reforzar la cohesión económica y política entre sus miembros. Sin embargo, el éxito de estas medidas depende en gran medida de la capacidad de los Estados miembros para colaborar de manera efectiva y de la disposición de la ciudadanía para apoyar un proyecto europeo inclusivo y solidario, siempre y cuando no destruya la estructura sociocultural y política establecida en los países de acogida.
En suma, la resiliencia de Europa ante las amenazas modernas es un problema enrevesado y de múltiples dimensiones que requiere un enfoque integral y coordinado. Para fortalecer su capacidad de respuesta, Europa debe adoptar las siguientes diez medidas:
- Refuerzo de la seguridad fronteriza: Es crucial que la Unión Europea (UE) no solo implemente tecnologías avanzadas, como drones de vigilancia, sistemas de reconocimiento facial y sensores de última generación, sino que también desarrolle una infraestructura coordinada de gestión fronteriza que conecte eficazmente los datos entre todos los Estados miembros. Además, se debe crear un cuerpo de guardias fronterizos europeos con competencias claras y recursos suficientes para operar en cualquier parte de las fronteras exteriores de la UE. La cooperación con países vecinos y organizaciones internacionales es esencial para anticipar y mitigar amenazas antes de que lleguen a las fronteras de Europa.
- Promoción de la integración social: Para facilitar la inclusión de migrantes y refugiados en las sociedades europeas, es necesario diseñar programas de integración que no solo aborden la educación y la capacitación laboral, sino que también promuevan la participación activa en la vida cívica y comunitaria. Estos programas deben incluir formación en idiomas, reconocimiento de títulos académicos extranjeros y acceso a servicios de salud mental para ayudar a los recién llegados a superar traumas y adaptarse a su nueva vida. Además, es vital involucrar a las comunidades locales en los esfuerzos de integración para fomentar el entendimiento mutuo y prevenir la marginación social. No obstante, aquellos elementos conspiradores y subversivos deben ser deportados sin miramientos.
- Fortalecimiento de la gobernanza europea: Para mejorar la capacidad de respuesta ante crisis y aumentar la confianza pública, es necesario reformar y modernizar las instituciones europeas. Esto incluye establecer mecanismos de toma de decisiones más ágiles y transparentes, así como reforzar el papel del Parlamento Europeo en la supervisión y rendición de cuentas. La creación de un fondo europeo de emergencia para crisis podría proporcionar los recursos financieros necesarios para responder rápidamente a emergencias, mientras que la implantación de herramientas digitales para la participación ciudadana fortalecería la legitimidad democrática de la UE.
- Combatir la desinformación y la propaganda: La UE debe desarrollar una estrategia integral que combine la supervisión y el monitoreo de contenidos con campañas proactivas de educación mediática. Esto podría incluir la creación de un observatorio europeo de desinformación que colabore con medios de comunicación, plataformas digitales y la sociedad civil para identificar y desmentir noticias falsas rápidamente. Además, es esencial fortalecer las capacidades de ciberseguridad para proteger las infraestructuras informáticas de la UE contra ataques de propaganda y desinformación coordinados por actores estatales y no estatales. Se debe señalar que en las estrategias de propaganda esconden o suprimir cierta información es también peligroso. En adición los Estados no deben bajo ningún concepto suprimir la libertad de expresión, aun cuando los líderes ineptos no controlen la narrativa, no sean que caigan en la idea estúpida británica de amenazar a cualquier que les critique.
- Inversión en innovación y sostenibilidad: Para fomentar la transición hacia una economía verde y digital, la UE debe priorizar inversiones en investigación y desarrollo en tecnologías limpias, energías renovables y digitalización. Se deben establecer incentivos fiscales y financieros para empresas que lideren proyectos innovadores en sostenibilidad, además de promover la creación de empleo verde en sectores clave como la energía, el transporte y la agricultura, garantizando que las estructuras necesarias para garantizar esta transición estén disponibles pues de otro modo sería un esfuerzo estéril. También es fundamental garantizar que la transición hacia una economía verde sea socialmente justa, abordando las disparidades regionales y asegurando que los trabajadores en sectores tradicionales reciban capacitación para acceder a nuevas oportunidades.
- Promoción de la educación cívica y democrática: La educación en valores democráticos y cívicos debe ser un pilar en los sistemas educativos de los Estados miembros de la UE. Esto implica integrar la educación sobre derechos humanos, pluralismo, y participación democrática en todos los niveles escolares, además de promover actividades extracurriculares que fomenten el diálogo intercultural y el pensamiento crítico. Para combatir el auge de ideologías extremistas tanto nacionales como las que anidas en los inmigrantes en los países de acogida, también es esencial incluir programas de prevención del radicalismo que involucren a las familias, escuelas y comunidades locales, creando entornos de aprendizaje seguros e inclusivos.
- Desarrollo de una política común de inmigración: Una política común de inmigración debe basarse en principios de equidad, solidaridad y respeto por los derechos humanos. Esto incluye la creación de un sistema europeo de asilo armonizado que garantice procedimientos justos y eficientes en todos los Estados miembros, así como un reparto equitativo de responsabilidades en la acogida de refugiados. Además, es necesario establecer canales legales para la migración laboral que respondan a las necesidades del mercado europeo, y reforzar la cooperación con países de origen y tránsito para gestionar de manera conjunta los flujos migratorios y la devolución de aquellos elementos que buscan subvertir el sistema.
- Fortalecimiento de la solidaridad europea: La UE debe promover una cultura de solidaridad que trascienda las fronteras nacionales, asegurando que todos los Estados miembros colaboren de manera efectiva en la respuesta a desafíos comunes. Esto puede lograrse a través de la creación de mecanismos de solidaridad que no sean obligatorios, sino que estén cargados de tanto sentido común que no sea posible ignorarlos. Estos mecanismos pueden traducirse en fondos de contingencia para crisis humanitarias o desastres naturales, y promoviendo la cooperación en el establecimiento de políticas de seguridad, defensa, y salud pública. Además, la UE debe fomentar un sentido de identidad europea que complemente las identidades nacionales, mediante iniciativas culturales y educativas que celebren la diversidad y la unidad europea.
- Mejora de la ciberseguridad: Para proteger las infraestructuras críticas y la seguridad de la información, la UE debe desarrollar una estrategia de ciberseguridad unificada que incluya la creación de un centro de operaciones de ciberseguridad europeo. Este centro coordinaría las respuestas a incidentes cibernéticos, compartiría información entre Estados miembros y garantizaría la formación continua de expertos en ciberseguridad. Además, es esencial establecer normativas estrictas para la protección de datos y la seguridad en la nube, así como fomentar la colaboración con el sector privado para proteger las cadenas de suministro digitales contra posibles amenazas.
- Fomento del diálogo intercultural: Para reducir las tensiones culturales y fortalecer la cohesión social, la UE debe establecer programas que promuevan el diálogo intercultural tanto a nivel local como europeo. Esto incluye la organización de eventos culturales, intercambios educativos y proyectos comunitarios que fomenten el entendimiento mutuo entre diferentes grupos étnicos, religiosos y culturales. Aunque no debemos ser ingenuos es una tarea hercúlea. Además, es fundamental incluir la diversidad cultural como un valor central en las políticas de educación y empleo, asegurando que todos los ciudadanos, independientemente de su origen, se sientan valorados y respetados dentro de la sociedad europea, siempre y cuando ellos también demuestren respeto por los países de acogida.
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