Crisis ética en la Complutense: Desidia y consecuencias

“No sé quién lo ha pagado ni me importa”,
Joaquín Goyache, rector
Universidad Complutense de Madrid.[1]

La Universidad Complutense de Madrid se encuentra, nuevamente, en el ojo del huracán, esta vez por las declaraciones desafortunadas de su rector, Joaquín Goyache, en relación a la polémica suscitada por Begoña Gómez. En una muestra de desdén hacia la transparencia y la responsabilidad institucional, Goyache manifestó que no sabe ni le importa quién ha financiado el desarrollo del software de la Cátedra Extraordinaria de Transformación Social Competitiva. Tal declaración no solo revela una falta de preocupación por la procedencia de los recursos utilizados en la universidad, sino que también plantea serios interrogantes sobre la ética y la administración de una de las instituciones educativas más prestigiosas de España.

En primer lugar, desde una perspectiva ética, las palabras del rector son profundamente inquietantes. La ética en la administración pública y en las instituciones educativas exige transparencia y responsabilidad en el manejo de recursos, especialmente cuando estos provienen del erario público o de colaboraciones privadas que deben ser gestionadas con la máxima integridad. La afirmación de que no le importa quién financia el software es una abdicación de su deber de supervisar y asegurar que los fondos se utilicen de manera apropiada y conforme a los principios de la universidad. Esta actitud indiferente socava la confianza pública en la institución y puede dar pie a sospechas de irregularidades y corrupción.

Desde la óptica educativa, las implicaciones son igualmente graves. Una universidad debe ser un bastión de valores, donde se enseñe no solo con palabras sino también con el ejemplo. Los estudiantes, al ver a sus líderes desentenderse de la procedencia de los recursos, pueden internalizar una cultura de apatía y negligencia hacia la transparencia y la responsabilidad. Además, esta actitud pone en riesgo la calidad y la credibilidad de los programas y proyectos que la universidad lleva a cabo, al no garantizar que los mismos se financian y desarrollan de acuerdo con normas claras y éticas.

Psicológicamente, el impacto en la comunidad universitaria puede ser desalentador. Los profesores, investigadores y estudiantes que se esfuerzan por mantener altos estándares éticos y académicos pueden sentirse traicionados y desmotivados por la aparente falta de integridad de sus dirigentes. Este desencanto puede llevar a una disminución en la moral y en el compromiso con la institución, afectando negativamente el ambiente académico y la productividad.

En la dimensión administrativa, el desinterés del rector en el origen de los fondos refleja una gestión deficiente. Un buen administrador debe estar informado y preocupado por todos los aspectos que afectan el funcionamiento de su institución, incluyendo la financiación y los convenios con empresas privadas. Ignorar estos aspectos es una señal de mala gestión y falta de previsión, lo que puede acarrear consecuencias legales y reputacionales para la universidad.

En última instancia, la frase “No sé quién lo ha pagado ni me importa” no solo es una expresión de negligencia administrativa, sino también un síntoma de una crisis ética que amenaza con minar la confianza en la Universidad Complutense de Madrid. Es imperativo que se realice una revisión exhaustiva de las políticas y prácticas de la institución para asegurar que situaciones como esta no se repitan y que se restablezca la integridad y la transparencia como valores fundamentales de la universidad. La comunidad universitaria y la sociedad en general merecen una explicación y una rectificación que demuestre un compromiso real con la responsabilidad y la ética institucional.

[1] Segovia, C. (2024, junio 1). El rector de la Complutense, sobre el ‘software’ de la cátedra de Begoña Gómez: “No sé quién lo ha pagado ni me importa”. El Mundo. https://www.elmundo.es/espana/2024/06/01/665a321ee9cf4a131e8b4599.html

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