La democracia está enfrentando serias dificultades para funcionar de manera efectiva debido a diversas razones. En primer lugar, en el contexto de las complejas dinámicas geopolíticas y las relaciones internacionales contemporáneas, la democracia se encuentra bajo escrutinio y sus limitaciones se hacen evidentes. Es esencial que se inicie un debate serio y urgente sobre las posibles vías de mejora en el sistema político global, considerando una perspectiva de psicología política.
Históricamente, la democracia ha sido considerada el modelo más deseable para garantizar la libertad, la igualdad y la justicia en una sociedad. Sin embargo, a medida que el mundo enfrenta desafíos cada vez más complejos, como el “cambio climático”, los conflictos regionales y las desigualdades económicas, surgen dudas sobre la capacidad de la democracia para abordar eficazmente estos problemas globales. La democracia puede encontrarse limitada en su capacidad para tomar decisiones rápidas y adoptar medidas efectivas en respuesta a estos desafíos. Y es aquí en donde está el problema y la tentación de algunos líderes para utilizar la urgencia de atender estas cuestiones para justificar un sistema autocrático.
Un ejemplo claro de los desafíos actuales que enfrenta la democracia es la creciente influencia de las potencias autoritarias en el escenario mundial. Países como China y Rusia antes de su guerra con Ucrania han logrado mantener estabilidad y un alto grado de control político mientras persiguen sus propios intereses estratégicos, desafiando el modelo democrático occidental. Esta influencia autoritaria plantea dudas sobre la capacidad de la democracia para competir y prevalecer en un entorno global cada vez más competitivo. Además, la expansión de estas influencias antidemocráticas puede poner en riesgo los avances democráticos logrados en diferentes regiones. Esta tendencia se observa con la claridad en Latinoamérica.
Otro factor que debilita la eficacia de la democracia es la polarización política y la creciente desconfianza en las instituciones democráticas. En muchos países, se observa una fragmentación de la sociedad y una polarización ideológica que dificulta la generación de consensos y la toma de decisiones. Esto se evidencia en casos como el de España, donde la polarización política obstaculiza la gobernabilidad y la capacidad de aplicar soluciones efectivas para los problemas sociales. La falta de confianza en las instituciones democráticas puede conducir a una mayor vulnerabilidad de los ciudadanos ante líderes populistas que ofrecen soluciones simplistas a problemas complejos, erosionando así los principios democráticos fundamentales.
En el ámbito de las relaciones internacionales, la interconectividad y la globalización han generado nuevos desafíos para la democracia. La creciente interdependencia económica y la necesidad de cooperación en temas globales, como el “cambio climático” y el terrorismo, requieren mecanismos eficaces de toma de decisiones que trasciendan las fronteras nacionales. Sin embargo, la estructura misma de la democracia, basada en la soberanía nacional y la toma de decisiones por parte de actores estatales, puede dificultar la adopción de medidas internacionales efectivas. Esto plantea interrogantes sobre la capacidad de la democracia para abordar desafíos globales que requieren una acción colectiva y coordinada.
En este punto, se pone de manifiesto la confrontación entre dos facciones poderosas. Por un lado, encontramos aquellos que abogan por la globalización y la interdependencia económica, mientras que, por otro lado, hay quienes defienden el retorno de las industrias a sus países de origen, buscando evitar la interdependencia en la que se cimienta el Novus Ordo Seclorum.
La primera facción defiende la globalización como un medio para promover el desarrollo económico, la cooperación internacional y la integración de las economías a escala global. Consideran que la interconectividad entre países fomenta la creación de redes de comercio, la transferencia de conocimiento y la generación de empleo a nivel mundial. Además, argumentan que la interdependencia económica puede contribuir a la prevención de conflictos y a la promoción de la paz.
Sin embargo, la segunda facción muestra preocupación ante la creciente interdependencia económica. Abogan por el retorno de las industrias a sus países de origen, argumentando que esto fortalecería las economías nacionales y protegería los empleos locales. Consideran que la dependencia de otros países en sectores clave puede suponer un riesgo para la seguridad y la soberanía nacional. Además, sostienen que la globalización ha llevado a la explotación de mano de obra barata en países en desarrollo, generando desigualdades económicas y sociales.
La disputa entre estas facciones representa un debate fundamental sobre el futuro de la economía global y el equilibrio de poder entre las naciones. Mientras que la globalización promueve la apertura y la interconexión, la facción opuesta busca salvaguardar la autonomía económica y política de los países. Ambas posturas plantean importantes interrogantes sobre cómo lograr un desarrollo sostenible, la protección de los derechos laborales y el equilibrio entre el crecimiento económico y la justicia social.
Además, la propagación de noticias falsas y la manipulación de la información en el entorno digital representan otro desafío para el funcionamiento adecuado de la democracia. Estas prácticas pueden socavar la formación de una opinión pública informada y comprometer la integridad de los procesos democráticos. La manipulación de los sesgos cognitivos y emocionales de los individuos por parte de líderes políticos y actores externos puede influir en la toma de decisiones y afectar la calidad de la participación ciudadana en los procesos democráticos.
En definitiva, la democracia se encuentra confrontada por desafíos significativos que minan su eficacia en el contexto actual. La creciente influencia de potencias autoritarias, la polarización política, los problemas globales y la manipulación de la información son solo algunos de los factores que amenazan el funcionamiento adecuado de la democracia. Es crucial abordar de manera seria y profunda estos desafíos, buscando soluciones innovadoras que fortalezcan y revitalicen los sistemas democráticos en un entorno global en constante cambio. En este sentido, el debate y la colaboración entre expertos en geopolítica, relaciones internacionales y psicología política desempeñan un papel fundamental. La experiencia que está viviendo España ejemplifica la necesidad de afrontar estos desafíos y buscar alternativas para mejorar y renovar los fundamentos democráticos del país.