
En una época en la que los relojes han perdido su autoridad para marcar el ritmo del mundo, gobernar ya no consiste en prever, sino en interpretar el caos. La incertidumbre estratégica —esa ambigüedad deliberada que reemplaza el cálculo por la intuición y el orden por la niebla— ha dejado de ser una anomalía. Hoy…



