
Hay una forma de tiranía que no necesita campos de concentración, ni uniformes, ni consignas coreadas a viva voz. Una que no impone dogmas con violencia, sino que susurra rutinas con eficiencia. No exige lealtades absolutas, ni marchas multitudinarias, se contenta con tu distracción, con tu inercia, con el lento abandono de ti mismo. Vivimos…

