Reflejos en lo desconocido

Recientemente, me animé a ver un episodio de Expediente X que había pasado por alto en varias ocasiones: «The Lost Art of Forehead Sweat» («El arte perdido del sudor en la frente»), temporada 11, episodio 4.

El episodio abre con una secuencia en blanco y negro, previa a los créditos, que evoca un clásico episodio de The Twilight Zone. En la escena, un hombre en un bar expresa su temor de que los marcianos estén invadiendo la Tierra disfrazados de humanos. Cuando el camarero le señala un espejo, el hombre descubre con horror que él mismo es un marciano… y que el camarero es el Diablo.

Este momento no solo es una muestra del ingenio de Darin Morgan, guionista del episodio, sino también un catalizador para reflexionar sobre temas universales. La revelación de que el hombre es un marciano y el camarero el Diablo nos remite a las palabras del evangelio de Mateo 7:3: “¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga en tu propio ojo?” Este versículo pone en evidencia la tendencia humana a externalizar el mal y las fallas, sin reconocerlas en uno mismo. De igual forma, la escena plantea una crítica irónica sobre nuestra incapacidad para confrontar nuestros propios defectos.

Bajo el prisma filosófico, esta narrativa también se alinea con las ideas de Søren Kierkegaard, quien sostuvo que “la mayor de las desesperaciones es no ser consciente de ser uno mismo el problema”. Aquí, el hombre teme a los invasores porque no reconoce que él mismo es parte de ellos, y el Diablo simboliza esa capacidad del mal para camuflarse en lo cotidiano a la mínima oportunidad.

La conexión con The Twilight Zone no es casual. Morgan emplea nostalgia y metacomentario para rendir homenaje a una era dorada de la ciencia ficción televisiva, subrayando el linaje común de ambas series. Expediente X y The Twilight Zone exploran lo desconocido, los dilemas éticos y el miedo a lo extraño, temas que resuenan profundamente en nuestra psique colectiva.

Además, la dualidad del “monstruo” y el “guía” en esta escena añade capas de reflexión sobre la identidad y la moralidad. Descubrir que uno es el “villano” y que el supuesto mentor es aún peor plantea preguntas sobre cómo percibimos el bien y el mal. Mulder y Scully, los protagonistas de Expediente X, personifican esta lucha interna: Mulder teme que las conspiraciones hagan inalcanzable la verdad, mientras Scully intenta reconciliar su fe científica con lo inexplicable.

En esencia, la ironía de la escena radica en cómo categorizamos nuestras ansiedades y prejuicios. El marciano teme a los invasores sin darse cuenta de que él es uno de ellos. El Diablo, por su parte, simboliza el mal como una fuerza omnipresente e inevitable. Esta paradoja, además de evocar una inquietante sensación de incomodidad, sugiere que el verdadero terror no proviene de lo externo, sino de lo que yace dentro de nosotros.

En última instancia, Darin Morgan nos invita a reflexionar sobre nuestra condición humana, entrelazando filosofía, religión y ciencia ficción para recordarnos que las respuestas más perturbadoras suelen hallarse en nuestro propio reflejo.

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