Lo que voy a compartir contigo no se enseña en la universidad, ni aparece en los talleres de autoayuda más sofisticados. Es una verdad dura y desafiante que solo se revela a través de la experiencia: ese ensayo y error que, a veces, nos impulsa hacia adelante y, en otras ocasiones, nos atrapa en un ciclo sin salida. Este ciclo puede romperse, pero no por casualidad ni por meros decretos vacíos. Para mí, la llave de esa libertad está en Cristo. Algunos se burlarán de esta afirmación, como si la ignorancia fuese una medalla al valor. Nietzsche dijo: “Dios ha muerto”, pero pocos que citan esta frase han leído el contexto completo. Nietzsche también advirtió sobre el nihilismo que surgiría de esa muerte: un vacío existencial que consume a las personas cuando se convierten en sus propios dioses. Y ¿acaso no vivimos hoy en esa realidad, donde cada quien cree tener la respuesta definitiva y, sin embargo, pocos logran escapar de su propia parálisis mental?
El libro de Proverbios ofrece una claridad aplastante: “Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12). En esta era de afirmaciones superficiales y “tableros de visualización” que prometen el mundo sin compromiso, es imperativo hablar con una perspectiva psicológica que invite tanto a la reflexión como a la acción.
En esta vía, tu vida es mucho más que lo que te sucede. De hecho, tu vida no es solo lo que te pasa; es, sobre todo, cómo decides responder. Cada uno de nosotros enfrenta circunstancias que parecen insuperables, pero no son estas las que nos definen. Somos definidos por las respuestas que elegimos frente a ellas.
La mente humana es un campo de batalla constante entre el hábito automático y la elección consciente. Sin vigilancia, podrías convertirte en prisionero de tus propios pensamientos, atrapado en patrones que sabotean tu progreso. Sin embargo, hay esperanza: la llave de esa cárcel está en tus manos. Los cristianos suelen encontrar inspiración en los Padres del Desierto, quienes practicaban la oración continua como un acto deliberado de vigilancia mental y espiritual. Esta práctica no solo les permitía permanecer en constante presencia divina, sino también cultivar una atención plena que les ayudaba a resistir los impulsos automáticos de la mente. Es un ejemplo poderoso de cómo una vigilancia extrema puede liberar la mente de sus propias trampas.
Este punto es crucial, porque resistir los impulsos automáticos de la mente nos ofrece la capacidad de elegir en plena lucidez, aun cuando corremos el riesgo de equivocarnos. Desde la cosmología cristiana, Dios sabía que otorgar libre albedrío a los seres humanos implicaba el riesgo de que eligieran el mal, como ocurrió en la caída de Adán y Eva (Génesis 3). Sin embargo, ese riesgo era necesario para que la relación con Él fuera auténtica. Una relación basada en la coerción no sería genuina. En palabras de C.S. Lewis: “Dios creó cosas que tuvieran libre albedrío. Eso significa criaturas que pueden hacer el bien o el mal. ¿Por qué? Porque el libre albedrío, aunque posibilita el mal, es también la única cosa que hace posible cualquier amor o bondad o alegría que valga la pena tener”.
Por tanto, cuando pensamos en la capacidad de elegir, debemos reflexionar sobre cómo nuestras elecciones nos permiten trascender nuestras limitaciones. La fuerza del libre albedrío radica en nuestra disposición de asumir esa responsabilidad, incluso cuando enfrentamos adversidades.
La fuerza de elegir: Una historia de esperanza
Considera a Christopher Reeve, conocido como Superman en la pantalla grande. Vivía el sueño que muchos desearían: fama, talento, salud. Pero en 1995, un accidente lo dejó cuadripléjico. Su vida cambió radicalmente. Sin embargo, lo que hizo extraordinario a Reeve no fue solo su lucha por la recuperación física, sino su elección de enfocarse en lo que sí podía hacer: inspirar, educar y ayudar a otros.
Diez meses después del accidente, en una entrevista televisiva, declaró: “Soy un tipo muy afortunado… puedo testificar ante el Congreso. Puedo recaudar fondos. Puedo crear conciencia”. Piensa en el poder de esa afirmación: considerarse afortunado después de perder la movilidad de su cuerpo. No pudo elegir su accidente, pero sí pudo elegir su actitud frente a él. Y ese mismo poder de elección también está disponible para ti.
Este es un ejemplo evidente de cómo un ser humano puede vencer la parálisis invisible, esa que muchos sufrimos en determinadas ocasiones y contra la que debemos luchar constantemente cada vez que recuperamos la lucidez.
Quizás no estés paralizado físicamente, pero muchas veces vivimos en una parálisis mental: permanecemos en un trabajo que odiamos porque creemos que “no tenemos otra opción”; reaccionamos de la misma forma ante los mismos conflictos porque pensamos que “somos así”; permitimos que nuestros pensamientos negativos dicten nuestra vida porque “siempre ha sido así”.
La verdad es que no somos nuestros pensamientos. Ellos son solo rutas automáticas, caminos marcados por la repetición. Sin embargo, estos caminos pueden ser desafiados y redirigidos.
Rediseña tu mente
Imagina un campo lleno de hierba. Si caminas por el mismo sendero una y otra vez, eventualmente crearás un camino. Así funcionan tus pensamientos: las respuestas automáticas que repites forman surcos en tu mente. Sin embargo, la verdadera libertad comienza cuando eliges conscientemente salir de esos surcos.
Viktor Frankl, psiquiatra y superviviente del Holocausto, dijo en El hombre en busca de sentido: “Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos enfrentamos al desafío de cambiarnos a nosotros mismos”. Esta transformación empieza al tomar conciencia de que siempre tienes opciones, incluso en las circunstancias más adversas.
A continuación, comparto un ejercicio sencillo para comenzar esta transformación:
Ejercicio: Encuentra la oportunidad en el caos
- Recuerda una situación difícil que hayas enfrentado.
- Toma papel y lápiz y escribe 10 cosas positivas que podrían haber surgido (o que surgieron) de esa experiencia.
- Reflexiona sobre cómo esas cosas cambiaron tu forma de pensar o actuar.
Este simple ejercicio puede ayudarte a reprogramar tu mente, entrenándola para buscar soluciones en lugar de enfocarse en el problema.
Esto es importante porque existe una libertad que nadie puede arrebatarte. No obstante, es precisamente con la supresión de esta libertad con la que juegan los sistemas de control y programación, como los partidos políticos y los sistemas educativos en manos de personas sin escrúpulos.
La película Napoleon Dynamite presenta a un personaje que, pese a su torpeza y rechazo social, se mantiene fiel a sí mismo. Se burlan de él, pero no se rinde. Lo critican, pero no se odia. Aunque sea un ejemplo aparentemente trivial, Napoleon encarna una verdad profunda: la libertad de elegir tu actitud frente a las adversidades es el arma más poderosa que posees.
Ni los fracasos, ni las críticas, ni las circunstancias pueden arrebatarte esa libertad, a menos que tú lo permitas.
Preguntas para romper tus cadenas
Si sientes que estás atrapado, pregúntate:
- ¿Por qué estoy respondiendo así?
- ¿Es realmente la única forma de responder?
- ¿Qué podría hacer diferente esta vez?
Las cárceles más difíciles de escapar son las que construimos en nuestra mente. Pero también somos nosotros quienes tenemos la clave para liberarnos.
En última instancia, se trata de responsabilidad y libertad. El sufrimiento es inevitable. La vida siempre presentará desafíos. Pero la diferencia entre una existencia de desesperación y una de significado radica en cómo decides enfrentar esos desafíos. No es cuestión de “jugarlas bien”, como dicen algunos analfabetos; es cuestión de vivir con sentido, con un propósito claro. La vida no es un juego frívolo, sino una realidad trascendental, especialmente cuando crees en algo que ordena y mueve todos los engranajes de la existencia.
No obstante, es evidente que existen dos caminos:
- Permanecer como víctima de tus patrones automáticos.
- Asumir la responsabilidad de tus respuestas y elegir crecer a partir de tus circunstancias.
La verdadera libertad no está en el exterior; está en tu mente. Para mí, esa libertad está con Cristo, quien está más cerca de tu alma que tú mismo. Pero para quienes no compartan mis creencias, simplemente comienza hoy: elige una respuesta diferente. Reprograma tu perspectiva y observa cómo cambia tu mundo.
Tú no eres una víctima. Y aunque no eres tu propio Dios, sí un arquitecto en proceso, un héroe en entrenamiento que edifica y se prepara actuando bajo su autoridad y alineado con el Creador. La pregunta es: ¿estás listo para levantarte?
