El fin de la credibilidad periodística

El periodismo ha desempeñado un papel crucial en la configuración de las sociedades democráticas, actuando como un puente esencial entre los ciudadanos y los eventos que definen su realidad. Desde su concepción, la misión del periodismo ha sido informar de manera objetiva y precisa, sirviendo al interés público con un compromiso inquebrantable hacia la verdad. Sin embargo, en las últimas décadas, esta función ha sido puesta en entredicho, y la credibilidad de los medios se ha visto gravemente comprometida. El creciente fenómeno de la desinformación, la manipulación de la información por intereses políticos y financieros, y el surgimiento de nuevos medios digitales han transformado la relación entre el periodismo y su audiencia.

La caída de la credibilidad en el periodismo ha sido particularmente notable en regiones como Estados Unidos, España y otros países de Europa, donde los medios de comunicación se han visto envueltos en una profunda polarización ideológica. El impacto de esta transformación es profundo y se manifiesta en la desconfianza del público hacia los medios tradicionales, la proliferación de noticias falsas y la fragmentación de la opinión pública. En este análisis, abordaremos las razones que han llevado a esta crisis de confianza y plantearemos una reflexión sobre el posible futuro del periodismo tradicional en una era cada vez más digitalizada.

El periodismo: Su origen y definición

El periodismo ha evolucionado significativamente desde sus primeros intentos de registrar y distribuir información. Los antecedentes más antiguos del periodismo moderno se encuentran en la Acta Diurna de la antigua Roma, un boletín que, según se cree, data de antes del año 59 a.C., y que informaba a los ciudadanos sobre eventos importantes, como discursos públicos y decisiones gubernamentales. Esta publicación diaria, que se exhibía en lugares prominentes, representa una de las primeras formas organizadas de mantener al público informado. Simultáneamente, en la China de la dinastía Tang, los funcionarios gubernamentales recibían un boletín llamado bao, que circulaba de forma regular y fue una constante hasta el final de la dinastía Qing en 1911.

A lo largo del tiempo, el periodismo se consolidó en Europa con la aparición de los primeros periódicos impresos. En ciudades alemanas y en Amberes, hacia 1609, se comenzaron a publicar regularmente las primeras gacetas, que transmitían noticias locales e internacionales. El avance de la imprenta en el siglo XVII permitió que el periodismo creciera rápidamente, y publicaciones como el Weekly Newes en Inglaterra en 1622 o el Daily Courant en 1702 marcaron el inicio de la prensa diaria y sentaron las bases de la industria periodística moderna. El periodismo se transformó en un ejercicio de recopilación, preparación y distribución de información relevante para el público, con un enfoque en la veracidad y la imparcialidad.

En la actualidad, el periodismo se enfrenta a un desafío sin precedentes: la manipulación de la información con fines políticos y económicos. Aunque informar continúa siendo su misión central, muchos medios han relegado los principios de veracidad y objetividad, priorizando la satisfacción de intereses particulares. La presión ejercida por gobiernos, corporaciones y otros actores influyentes ha distorsionado el propósito original del periodismo, debilitando la confianza pública. Asimismo, numerosos periodistas han dejado de lado su ética profesional y comprometido su independencia a cambio de los beneficios y privilegios que conlleva alinearse con el Establishment.

Causas del declive: Factores sociológicos, políticos y culturales

El periodismo, en su evolución, ha estado intrínsecamente ligado a los cambios sociales, políticos y culturales de su tiempo. En la actualidad, diversas dinámicas han contribuido al declive de la credibilidad periodística, cada una afectando de manera particular la relación entre los medios y su audiencia. Desde una perspectiva sociológica, el auge de la era digital ha transformado la manera en que los ciudadanos consumen información. Las redes sociales, los blogs, podcasts y los sitios de noticias en línea han superado a los medios tradicionales como fuentes principales de información, y esta transición ha generado un ecosistema informativo en el que la inmediatez prevalece sobre la precisión. En muchos casos, los periodistas se ven obligados a competir por la atención de audiencias cada vez más dispersas, lo que ha incrementado la prevalencia de titulares sensacionalistas y la reducción de la profundidad analítica en los reportajes.

En el ámbito político, el periodismo ha sufrido un proceso de instrumentalización. Los medios se han convertido en herramientas para avanzar agendas políticas y partidistas, sacrificando la imparcialidad y la objetividad. En Estados Unidos, la polarización entre los medios de comunicación es especialmente evidente, con redes como Fox News y MSNBC, CNN, ABC presentando narrativas diametralmente opuestas que refuerzan la fragmentación política del país. Esta manipulación de la información ha fomentado un entorno en el que los ciudadanos solo consumen noticias que refuerzan sus propias creencias, lo que dificulta el diálogo constructivo en la esfera pública. De manera similar, en España, los medios como El País y ABC representan perspectivas políticas antagónicas, contribuyendo a una polarización de la sociedad que impacta negativamente en la credibilidad del periodismo como institución.

Culturalmente, el periodismo se ha adaptado a las demandas de una audiencia que, en muchos casos, prioriza el entretenimiento sobre la información rigurosa. Esto ha dado lugar al fenómeno del infotainment, donde las noticias se presentan como entretenimiento ligero, lo que erosiona la calidad de la información transmitida. Este fenómeno ha afectado no solo a la prensa escrita, sino también a los medios audiovisuales, donde las noticias se ven cada vez más envueltas en formatos sensacionalistas que privilegian el espectáculo sobre el análisis crítico.

La manipulación de la información ha generado una de las crisis más graves en la historia del periodismo. Cuando los medios de comunicación se ven cooptados por intereses políticos o económicos, los ciudadanos son los principales afectados. La falta de veracidad y precisión en los reportajes ha minado la confianza pública en los medios tradicionales. Un estudio del Edelman Trust Barometer de 2023 muestra que el 67% de los ciudadanos a nivel global desconfían de las noticias que provienen de fuentes tradicionales, una cifra que refleja claramente el deterioro de la credibilidad del periodismo.

La distorsión de la información no solo divide a la sociedad, sino que también fomenta la desinformación y la difusión de teorías conspirativas. En este contexto, las fake news se han convertido en una amenaza real para la cohesión social y el funcionamiento de las democracias. El periodismo, en lugar de ser un contrapeso al poder, se ha visto reducido a una herramienta de propaganda en muchos casos, perdiendo su capacidad de rendir cuentas y de ofrecer al público un análisis crítico de la realidad. En Estados Unidos, la cobertura mediática polarizada ha dado lugar a “cámaras de eco”, en las que los ciudadanos solo acceden a información que refuerza sus puntos de vista preexistentes, dificultando así la posibilidad de un debate público informado y equilibrado.

La falta de responsabilidad y transparencia en el periodismo moderno

Uno de los pilares fundamentales de un periodismo creíble es la responsabilidad con la que se maneja la información y la transparencia en su obtención y distribución. Lamentablemente, muchos medios de comunicación han abandonado estos principios en favor de la inmediatez y la competencia por audiencias. El escándalo de News of the World en el Reino Unido en 2011 es un ejemplo emblemático de cómo la falta de responsabilidad y ética puede tener consecuencias desastrosas. Este periódico fue cerrado tras descubrirse que utilizaba escuchas ilegales para obtener primicias sensacionalistas, lo que desató una crisis de confianza no solo en ese medio, sino en la prensa británica en general.

Este tipo de prácticas ha intensificado la percepción de que los medios de comunicación no siempre actúan en el interés público, sino que, a menudo, están motivados por el lucro o por agendas particulares. La falta de transparencia en la financiación de los medios, sumada a la opacidad en sus relaciones con actores políticos y empresariales, ha contribuido al declive de la credibilidad periodística. Cuando los medios sacrifican su integridad para obtener mayores ingresos o influir en la política, se pone en juego la capacidad del periodismo para actuar como guardián de la verdad y la democracia.

El contraargumento: ¿Puede el periodismo resurgir?

A pesar de esta crisis evidente, algunos sostienen que el periodismo no está destinado a desaparecer, sino a transformarse. Si bien los medios tradicionales han perdido terreno, el auge del periodismo independiente y de las plataformas digitales ofrece una alternativa. Plataformas como Substack o Patreon permiten a periodistas independientes conectarse directamente con sus audiencias y producir contenido de alta calidad sin la presión de los grandes conglomerados mediáticos. Este resurgimiento del periodismo de investigación, impulsado por el crowdfunding y el apoyo directo de los lectores, demuestra que aún existe una demanda de información precisa y objetiva.

Además, el surgimiento de iniciativas de verificación de hechos, como FactCheck.org en Estados Unidos y Maldita.es en España, que en teoría ha sido crucial en la lucha contra la desinformación e intenta restaurar parte de la confianza perdida en el periodismo. FactCheck.org, aunque respetado por su rigor y transparencia, ha sido objeto de críticas tanto por conservadores como por progresistas. Los primeros lo acusan de tener un sesgo favorable hacia los demócratas y de seleccionar hechos que afectan a los republicanos, mientras que los segundos lo critican por caer en la “equivalencia falsa”, al equiparar desinformaciones de distinta gravedad para parecer neutral. Además, su relación con la Annenberg Foundation ha generado dudas sobre su completa imparcialidad. Por otro lado, Maldita.es, fundada en 2018 por Clara Jiménez Cruz y Julio Montes, ambos ex periodistas del programa El Objetivo de La Sexta, también ha enfrentado cuestionamientos sobre su neutralidad. No obstante, estas iniciativas representan un esfuerzo concertado por restaurar la integridad en la información, basando su trabajo en la verificación de datos y la transparencia en sus procesos que a veces no convence a la audiencia.

El periodismo tradicional en la era digital: ¿un fin inevitable?

No obstante, a pesar de estos esfuerzos, la realidad es que el periodismo tradicional enfrenta desafíos insuperables en la era digital. Los hábitos de consumo de información han cambiado de manera irreversible. Las nuevas generaciones prefieren obtener sus noticias a través de plataformas digitales, lo que ha provocado una disminución de los ingresos publicitarios y ha llevado al cierre de numerosos periódicos impresos (Pew Research Center, 2020). Esta fragmentación de la audiencia, junto con la capacidad de las plataformas digitales para personalizar contenidos, ha dificultado la creación de una narrativa informativa unificada, lo que podría marcar el fin del periodismo tal como lo conocíamos.

El periodismo atraviesa hoy una crisis de credibilidad profunda, motivada por la manipulación informativa, la irresponsabilidad y una creciente subordinación a intereses económicos. Aunque algunos sostienen que el periodismo está en vías de transformarse hacia formas más independientes y digitalizadas, el futuro del periodismo tradicional se vislumbra sombrío. Solo mediante un renovado compromiso con los principios de veracidad, imparcialidad y responsabilidad podrá el periodismo recuperar la confianza del público y retomar su papel esencial en la sociedad. No obstante, considero que los medios tradicionales están encaminados a desaparecer, y quizás merecidamente, pues han traicionado la confianza de la audiencia. Este “mainstream media” ha cedido sus principios al servicio de intereses que poco tienen que ver con el bienestar público y que solo buscan adormecer a la ciudadanía mientras se benefician del poder y de los recursos de la sociedad.

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