¿Es la personalidad maleable?

La cuestión de si la personalidad puede cambiar ha intrigado a filósofos, psicólogos y educadores durante siglos, alzándose como una de las preguntas más profundas sobre la naturaleza humana. Esta interrogante, presente a lo largo de la historia del pensamiento occidental desde los diálogos platónicos hasta la psicología moderna, expone la disyuntiva fundamental: ¿Somos prisioneros de nuestras disposiciones internas o es la personalidad un proceso dinámico, susceptible de cambiar bajo ciertas condiciones? Tradicionalmente, la personalidad se ha concebido como un conjunto estable de características que determinan nuestra forma de actuar y pensar. Sin embargo, la investigación moderna sugiere que, en efecto, los rasgos de personalidad pueden evolucionar a lo largo de la vida.

Esta reflexión explora el tema desde perspectivas psicológicas, filosóficas y educativas, indagando en los factores que facilitan o limitan el cambio de la personalidad, así como en el impacto de dichos cambios en la sociedad, el ámbito laboral y la educación.

El término “personalidad” proviene de la palabra latina persona, que se refería a las máscaras usadas en el teatro. En el contexto de la inteligencia, donde los agentes operan bajo múltiples identidades, la habilidad de modificar temporalmente su personalidad puede ser vista como un recurso estratégico. Andrew Bustamante, ex agente de la CIA, destaca que la personalidad no es una máscara fija, sino algo que se puede ajustar conscientemente según las demandas contextuales. “La capacidad de cambiar de personalidad”, afirma Bustamante, “es crucial para la supervivencia en el espionaje, donde está en juego tanto la percepción externa como la seguridad personal”. Este enfoque sugiere que, bajo ciertas circunstancias, la personalidad puede adaptarse y transformarse deliberadamente, alejándose de la idea de ser una estructura innata y rígida.

Este simbolismo introduce una dualidad: por un lado, la personalidad parece una fachada estable; por otro, podría ser una construcción que se modifica según el contexto. La psicología define la personalidad como un conjunto de rasgos relativamente estables que influyen en cómo interactuamos con el mundo. Según el modelo de los “Cinco Grandes” (extraversión, amabilidad, responsabilidad, neuroticismo y apertura a la experiencia), estos rasgos presentan una coherencia general a lo largo del tiempo y las culturas, lo que refuerza la idea de una estructura de personalidad universal.

A pesar de la estabilidad que exhiben estos rasgos, no son impermeables al cambio. Estudios longitudinales muestran que la personalidad puede ajustarse en respuesta a eventos vitales significativos, como cambios en el trabajo, el matrimonio o experiencias traumáticas. Esto sugiere que la personalidad, lejos de ser inmutable, es un proceso de desarrollo continuo. En el mundo actual, permeado por la tecnología y en constante transformación, es plausible argumentar que la personalidad, como mecanismo de supervivencia, se moldea continuamente de acuerdo con las demandas del entorno.

La narrativa personal juega un rol importante en este proceso, tal como señala McAdams (1994), quien describe la personalidad en tres niveles: rasgos, preocupaciones características y la narrativa de identidad. Un ejemplo claro es el de una persona que, tras superar una enfermedad grave, transforma su narrativa. Antes, su identidad podía centrarse en el éxito profesional; después, podría valorar más la resiliencia y las relaciones interpersonales. Este cambio en su historia personal, similar a lo que ocurre en el espionaje según Bustamante, muestra cómo la personalidad puede reformularse deliberadamente para adaptarse a nuevas realidades.

La filosofía ha debatido durante siglos si nuestra naturaleza fundamental puede transformarse. Para los estoicos, la virtud y el carácter podían desarrollarse a través de la razón y la autodisciplina. Jean-Paul Sartre, en el siglo XX, argumentaba que “la existencia precede a la esencia”, sugiriendo que la personalidad es el resultado de nuestras elecciones y acciones repetidas. Un ejemplo contemporáneo de esta perspectiva es Nelson Mandela. Tras pasar 27 años en prisión, su enfoque militante inicial contra el apartheid evolucionó hacia una postura pacífica y reconciliadora, reflejando la capacidad de la personalidad para redefinirse a través de la autodisciplina y la reflexión. De manera similar, Bustamante sostiene que los agentes de inteligencia modifican su personalidad en función de las necesidades operativas, lo que refuerza la idea de que la personalidad es maleable y adaptable.

En el ámbito educativo, Carol Dweck desafió la idea de una personalidad fija con su teoría de la “mentalidad de crecimiento”. Según Dweck, quienes creen que pueden desarrollar sus capacidades son más propensos a evolucionar positivamente a lo largo del tiempo. Este enfoque ha transformado nuestra comprensión del aprendizaje, abriendo la posibilidad de que la personalidad pueda cultivarse a través de la educación y la experiencia. Un ejemplo de ello es el programa KIPP, en el cual los estudiantes, al adoptar una mentalidad de crecimiento, no solo mejoran académicamente, sino que también desarrollan resiliencia y perseverancia, rasgos asociados con la personalidad.

El entorno laboral también puede moldear la personalidad. Un entorno que demanda liderazgo y colaboración puede fomentar rasgos como la responsabilidad y la estabilidad emocional. En la literatura clásica, un ejemplo notable es Elizabeth Bennet, la protagonista de Orgullo y Prejuicio de Jane Austen. Elizabeth es una mujer joven cuya inteligencia y perspicacia la llevan a emitir juicios precipitados sobre quienes la rodean, especialmente sobre el orgulloso Sr. Darcy. Sin embargo, a lo largo de la novela, Elizabeth se ve obligada a confrontar sus propios prejuicios y el modo en que su orgullo ha afectado su percepción de los demás. Las circunstancias sociales y sus interacciones con personajes como Darcy y Lady Catherine de Bourgh la empujan a revaluar sus actitudes. A través de esta evolución, Elizabeth no solo ajusta su perspectiva, sino que también su personalidad madura, desarrollando mayor humildad y apertura. Este cambio en su carácter es impulsado por su entorno, mostrando cómo la interacción social puede provocar una evolución interna profunda.

Por otro lado, en el cine contemporáneo, Andy Sachs, la protagonista de El diablo viste a la moda (The Devil Wears Prada), ilustra cómo un entorno laboral competitivo puede modificar la personalidad. Andy es una periodista joven y poco interesada en el mundo de la moda que, por una oportunidad laboral, comienza a trabajar como asistente de la temida editora Miranda Priestly. A medida que se adentra en el frenético ritmo de la alta moda, Andy empieza a adaptarse, modificando su apariencia, su comportamiento y sus valores para cumplir con las exigencias del trabajo. Inicialmente rechaza el materialismo y la superficialidad del entorno, pero con el tiempo se convierte en parte de él, sacrificando temporalmente sus relaciones personales y su integridad para tener éxito. Sin embargo, hacia el final de la película, Andy reflexiona sobre los cambios en su personalidad, decidiendo recuperar su identidad original y balancear sus ambiciones con sus valores personales. Este ejemplo demuestra cómo la presión de un entorno laboral desafiante puede moldear temporalmente la personalidad, aunque no necesariamente de manera permanente.

Otro ejemplo de la literatura que refuerza esta idea es el de Ebenezer Scrooge, el protagonista de Cuento de Navidad de Charles Dickens. Scrooge es un hombre avaro y solitario que, gracias a la intervención de tres fantasmas, es obligado a reflexionar sobre su vida, su comportamiento hacia los demás y las consecuencias de su egoísmo. A lo largo de la historia, Scrooge experimenta un cambio profundo en su personalidad: de ser un hombre amargado y frío, se transforma en una persona generosa y compasiva. Este cambio, aunque impulsado por fuerzas sobrenaturales, es el resultado de su confrontación con las realidades de su vida y la presión de reconsiderar sus acciones y sus efectos en los demás.

En la literatura contemporánea, Eleanor Oliphant, la protagonista de Eleanor Oliphant is Completely Fine de Gail Honeyman, representa un caso moderno de cambio de personalidad bajo la influencia del entorno. Eleanor es una mujer solitaria con dificultades para conectarse emocionalmente con los demás debido a un pasado traumático. A través de la intervención de nuevas amistades y experiencias laborales, Eleanor comienza a abrirse y a reformular su identidad. Su proceso de transformación es lento y está lleno de retrocesos, pero al final, la influencia de su entorno laboral y social le permite dejar atrás algunas de sus barreras emocionales y encontrar una versión más saludable de sí misma. Este cambio destaca cómo el entorno, y especialmente las relaciones humanas dentro de él, pueden ser motores poderosos para la evolución de la personalidad.

Por otro lado, en el género de novelas de espionaje, un ejemplo poderoso de cómo el entorno moldea la personalidad de un personaje es el de George Smiley en la serie de novelas de John le Carré, particularmente en El espía que surgió del frío (The Spy Who Came in from the Cold) y El topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy). A diferencia de los espías glamorosos y heroicos del cine, Smiley es retratado como un hombre profundamente afectado por las realidades sombrías del espionaje durante la Guerra Fría. Su personalidad se ve moldeada por el estrés, la traición y la constante necesidad de ocultar su verdadera identidad. En este entorno, Smiley desarrolla una frialdad emocional y una aguda capacidad de análisis, características necesarias para sobrevivir en un mundo lleno de engaños. Sin embargo, su humanidad no desaparece por completo; a lo largo de las novelas, se puede ver cómo el peso del espionaje y la manipulación le han dejado cicatrices emocionales profundas. Este retrato realista muestra cómo un entorno extremadamente exigente, como el espionaje, puede cambiar la personalidad de un individuo, llevándolo a adaptarse de formas que quizás no hubiera imaginado en otro contexto.

Aunque la flexibilidad de la personalidad es crucial en entornos que exigen adaptación, la estabilidad también tiene valor. Los rasgos consistentes proporcionan una base para la identidad personal y la toma de decisiones a largo plazo. Cambios demasiado bruscos pueden generar ansiedad y desorientación, lo que subraya la importancia de equilibrar la flexibilidad con la coherencia.

En definitiva, la posibilidad de que la personalidad cambie desafía las nociones tradicionales de estabilidad psicológica. Aunque los rasgos tienden a ser consistentes a lo largo del tiempo, el entorno, la voluntad y las experiencias personales juegan un papel crucial en nuestra evolución interna. El cambio en la personalidad es un proceso gradual que requiere esfuerzo consciente, autodisciplina y adaptación a nuevas circunstancias. Así, no solo es posible cambiar, sino que este proceso es parte integral del continuo desarrollo humano, donde la estabilidad y la transformación coexisten para permitirnos convertirnos en versiones más completas y maduras de nosotros mismos.

Referencias:

Allport, G. W. (1937) <<Personality: A psychological interpretation>>. Holt.

Bopst, D. (2024, junio 10) <<CIA Spy: Don’t trust your gut! – How to detect lying, manipulation & mind games>> | Andrew Bustamante [Video]. The Adversity Advantage Podcast. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=bnusOUImwFo&t=51s 

Caspi, A., & Roberts, B. W. (2001) <<Personality development across the life course: The argument for change and continuity>>. Psychological Inquiry, 12(2), 49-66. https://doi.org/10.1207/S15327965PLI1202_01 

Dweck, C. S. (2006) <<Mindset: The new psychology of success>>. Random House.

McAdams, D. P. (1994) <<The person: An introduction to personality psychology>>. Harcourt Brace College Publishers.

McCrae, R. R., & Costa, P. T. (1987) <<Validation of the five-factor model of personality across instruments and observers>>. Journal of Personality and Social Psychology, 52(1), 81-90. https://doi.org/10.1037/0022-3514.52.1.81

Roberts, B. W., Walton, K. E., & Viechtbauer, W. (2006) <<Patterns of mean-level change in personality traits across the life course: A meta-analysis of longitudinal studies>>. Psychological Bulletin, 132(1), 1-25. https://doi.org/10.1037/0033-2909.132.1.1

Sartre, J.-P. (1943) <<L’être et le néant>>. Gallimard.

Twenge, J. M. (2017) <<iGen: Why today’s super-connected kids are growing up less rebellious, more tolerant, less happy—and completely unprepared for adulthood and what that means for the rest of us>>. Atria Books. https://doi.org/10.1111/fcsr.12345 

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