Calabozo mental

«Un cerebro es un artículo muy mediocre.

¡Cada criatura pusilánime que se arrastra

sobre esta Tierra o se desliza a través de

mares cenagosos tiene uno!»

El Gran Oz al Espantapájaros.

El Mago de Oz 

Cuando hay individuos faltos de fuerzas y de las cualidades innatas que llevan a la cúspide, no es de extrañar que recurran al ardid para encubrir su deficiencia. ¡Y qué mejor para ocultar las carencias que la política! No quiero parecer una especie de apóstol espiritual con esta afirmación, pero si existe una dimensión de la sociedad verdaderamente empobrecida, esa es la política.

Por supuesto, exceptuando a ese tres por ciento honesto que ha llegado por error o idealismo y se encuentra atrapado entre los compromisos típicos del cristiano humilde o salvador laico de la humanidad, los demás están para medrar, reptando sigilosamente entre la ciudadanía, siempre expuesta a ser inyectada por su veneno.

No obstante, hasta para esa pérfida tarea se necesita de agudeza, razonamiento y pensamientos alejados de la ortodoxia. ¡Maldad refinada! ¡Creatividad! Y estas cualidades, no están precisamente en la clase política actual ni en quienes le alientan desde otras esferas de poder. ¡Gracias, Creador! En esta línea, la herramienta ideal, su arma más eficaz, es la mentira. Además, también existen ejércitos de asesores mercenarios, dispuestos a decirles el cómo y resolver los escollos que presentan la consciencia y los escrúpulos, siempre a cambio de una suculenta recompensa. Se trata de legionarios de la retórica que constantemente confa­bulan patrañas palaciegas, dignas de ser abrazadas por los campesinos ignorantes o «campurrios».

Existen tantas formas de hablar sobre las cosas y de situarlas en relación con otras que, a los mentirosos, los elementos conspiradores y los desinformadores profesionales, les resulta sencillo falsear la representación de la realidad sin exponerse directamente a la contradicción, recurriendo a los matices, encadenamientos graduales y sucesivos. En este punto, la utilización del lenguaje y el razonamiento se ponen al servicio exclusivo de la maquinaria de engaño, convirtiéndose en instrumentos básicos de la jauría política que pretende dominar la sociedad. El primero, el lenguaje, como elemento primario en la propaganda y publicidad, y, por otro lado, el razonamiento, para persuadir y manipular con argumentos capaces de burlar las leyes de la lógica y el sentido común. Si no están de acuerdo, simplemente lean con objetividad durante un mes los artículos políticos en algunos periódicos de papel nacionales o regionales y verán lo que les digo.

Con el transcurrir del tiempo hemos sido testigos de cómo se ha ido reduciendo el léxico entre los ciudadanos. Nuestro sistema educativo se ha transformado en una cadena de montaje de analfabetos funcionales y otras abominaciones. Igualmente, las publicaciones frívolas, la programación audiovisual fútil y los contenidos de otros medios de comunicación, reflejan un grave estancamiento cultural que ha derivado en la muerte de los valores y la ética. Sin embargo, detrás del desastre, existe una agenda aún más perversa cuyo objetivo no solo es dominar el lenguaje en donde descansan los conocimientos acumulados durante siglos, sino que su finalidad es deformar la realidad. Esta escasez de léxico combinada con la falta de criterios para discernir y oponerse a la opresión, confina al pensamiento dentro de un espacio cada vez más estrecho, sitiando la misma esencia del ser humano.

La sed insaciable de manipular al ciudadano lleva al asesor mercenario a desarrollar por lo general una argumentación; no estando satisfecho con simples exhortaciones. La argumentación consiste, por un lado, en atraer la atención sobre ciertos elementos y, por el otro, en establecer relaciones entre estos elementos por medio de razonamientos. Ahora bien, en general la ciudadanía se esfuerza en respetar las leyes de la lógica, pero en este terreno su formación y competencia resultan un tanto limitadas. El asesor mercenario puede utilizar a sabiendas esta debilidad del pensamiento lógico para apoyar su tesis con ayuda de razonamientos incorrectos. En este sentido, los principales procedimientos a su alcance son:

  • Ignorar el principio de no contradicción; la simplificación excesiva, que nos sitúa ante los opuestos a ambos extremos del espectro. Una bifurcación simbólica donde todo será clasificado en dos categorías diametralmente opuestas: los buenos y los malos, los amigos y los enemigos, el blanco y el negro y otros, según la conveniencia de los manipuladores.
  • La asimilación, que se fundamenta en hacer creer que lo que se va a juzgar o valorar guarda semejanza con algo ya conocido, con el subterfugio de que presenta uno o varios rasgos comunes con él. Casi siempre, este procedimiento sirve para desvalorizar lo que se trata de juzgar, asimilándolo a un objeto distinguido o deshonrado; la petición de principio consiste en tomar como prueba un elemento que en realidad no ha sido demostrado y solo constituye un postulado. Está ligada también a la bifurcación, porque a fuerza de decir y repetir, incluso sin pruebas, que todo lo que pertenece a un campo es bueno, o, al contrario, malo, se acaba dando a esta afirmación un valor de principio; por último, la extrapolación aventurada, que se relacionan con las mentiras relativas al futuro.
  • Que facilita la mentira, en materia lógica, es que la argumentación, contrariamente a una simple exhortación, es un proceso que se desenvuelve durante un cierto tiempo. El asesor mercenario puede utilizar esa duración para proceder a lo que llamamos la contradicción fragmentada. No enunciará dos proposiciones contradictorias una inmediatamente después de la otra, sino que separará la segunda de la primera por un intervalo durante el cual evocará diversos elementos. Los oyentes o lectores, que difícilmente pueden retener en un solo acto mental todos los elementos de un discurso extenso, quizá no percibirán la contradicción. Además, ante la débil competencia lógica del conjunto de la ciudadanía, no es fácil saber cuándo un asesor político efectúa un falso razonamiento, si lo hace deliberadamente para engañar a la población, o si solo es producto de su ignorancia lógica. Cuando se quiere probar algo, hay por hipótesis un deseo animando esta actitud, y con ello se corre el riesgo de dejarse llevar por los propios errores de razonamiento.

En efecto, los asesores políticos hacen llegar a las personas y grupos diana sobre cuya conducta quieren influir informaciones relativas a los medios adecuados para realizar sus deseos. Pero es evidente que este mismo esquema postula la existencia de deseos y, más generalmente, de afectos; si los individuos no experimentaran deseos ni temores, y no atribuyeran valor a nada, no se interesarían por las informaciones que se les podría dar o sustraer. En esta línea, el emisor intenta ganar la confianza del receptor escudándose en los mismos valores morales, políticos o religiosos que este. Aquí es cuando a los «camaleones políticos», ¡de repente!, les asalta la empatía y afloran una cascada de sentimientos y emociones inusuales, en una estirpe de timadores a quienes que en realidad les importa un bledo el futuro de la población.

En último lugar, este no es un tema nuevo y se viene utilizando desde hace siglos, pero vale la pena recordar que los avances tecnológicos, la creación de nuevos paradigmas, la experimentación con simuladores de situaciones o escenarios sociológicos, han abierto la puerta a técnicas de manipulación hasta ahora insospechadas, que poco a poco, nos han empujado a nuestro propio calabozo mental. Una prisión mental, que ni siquiera necesita un cerrojo.

Nota: «Calabozo mental», es un artículo del libro:  Galascio Sánchez, M. A. (2020) <<Mosaïque: el amanecer de una nueva era>> (Primera Edición). Círculo Rojo Editorial.

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