En el enmarañado devenir de la vida cotidiana sometida a un ritmo vertiginoso y cambios constantes, la toma de decisiones en situaciones de riesgo e incertidumbre se establece como una habilidad vital. El ser humano, inmerso en este tipo de entorno, enfrenta constantes desafíos que exigen evaluaciones y elecciones precisas. En esta reflexión, me adentraré en la laberíntica red de la psicología, sociología y cultura para comprender cómo las personas gestionan estas situaciones, explorando los conceptos fundamentales de riesgo e incertidumbre y analizando críticamente la influencia de la percepción pública del riesgo.
Bajo una mirada psicológica, el riesgo se puede entender como la probabilidad de que un evento no deseado ocurra, con sus correspondientes consecuencias. La incertidumbre, por otro lado, se refiere a la falta de conocimiento o previsibilidad sobre un evento futuro. Estos conceptos, interrelacionados pero distintos, desempeñan un papel crucial en las decisiones cotidianas y las respuestas emocionales ante eventos potencialmente amenazantes.[1]–[2]
En la literatura griega, podemos encontrar un ejemplo que ilustra la interconexión entre el riesgo y la incertidumbre en la tragedia “Edipo Rey” de Sófocles. Edipo, el protagonista, enfrenta la incertidumbre sobre su propio destino, ya que un oráculo predice que matará a su padre y se casará con su madre.
Es evidente que la incertidumbre que rodea el destino de Edipo actúa como un catalizador emocional, generando ansiedad, miedo y un constante impulso hacia la resolución del enigma. El oráculo, al sembrar la semilla de la profecía, desencadena un proceso psicológico complejo en Edipo, quien, en su intento por eludir el riesgo predicho, se ve inmerso en una serie de decisiones impulsadas por el deseo inconsciente de controlar su destino. Este fenómeno, conocido como “efecto de autoengaño” en la psicología, refleja la capacidad humana de ignorar información amenazante para mantener una ilusión de control sobre su vida, lo que lleva a acciones que, paradójicamente, contribuyen a la realización de la amenaza percibida. Así, la interacción entre la incertidumbre y el riesgo en «Edipo Rey» ejemplifica cómo estos conceptos moldean no solo las decisiones externas, sino también la psicología interna de los personajes.
Por otro lado, en términos sociológicos, la interacción social y la estructura de la sociedad juegan un papel determinante en la percepción del riesgo. La construcción social del riesgo, desarrollada por autores como Douglas y Wildavsky, destaca cómo las comunidades categorizan y asignan significado a diferentes riesgos, afectando la forma en que las personas toman decisiones.[3] En un contexto europeo contemporáneo, podemos examinar la percepción del riesgo asociada a la tecnología nuclear. Por ejemplo, países como Alemania y Francia muestran diferentes niveles de aceptación y preocupación en torno a la energía nuclear. Esta variación refleja la construcción social del riesgo, donde las experiencias históricas, los valores culturales y las interacciones sociales dan forma a la interpretación colectiva de los peligros y beneficios vinculados a la energía nuclear. Así, la percepción de riesgo en este caso se convierte en un fenómeno sociológico intrincado, influido por la interacción entre factores sociales, culturales y políticos.
La cultura, a su vez, influye en la percepción del riesgo, moldeando las actitudes y valores que afectan la evaluación de situaciones arriesgadas.[4] Un ejemplo dentro del contexto español que ejemplifica claramente esta relación cultural con la percepción del riesgo es la cuestión de la independencia de Cataluña. La manera en que diferentes segmentos de la sociedad española perciben este movimiento separatista está profundamente arraigada en sus identidades culturales y políticas. Para algunos, la independencia catalana representa un riesgo para la unidad del país y la estabilidad social, mientras que, para otros, simboliza la lucha por la autonomía y la preservación de la identidad cultural. La divergencia en estas percepciones ilustra cómo la cultura juega un papel fundamental en la interpretación de riesgos sociopolíticos y en la formación de actitudes hacia eventos que pueden ser vistos como amenazas o desafíos.
La percepción pública del riesgo, moldeada por factores psicológicos, sociológicos y culturales, impacta significativamente en la sociedad. La teoría de la cultura de riesgo de Beck, destaca la importancia de la percepción social del riesgo en la configuración de las decisiones y la organización social.[5] La difusión de información, la exposición mediática y las interacciones sociales contribuyen a la construcción colectiva de la percepción del riesgo.[6]
Sin embargo, la percepción pública del riesgo no siempre es un reflejo preciso de la realidad. Los sesgos cognitivos, la desinformación y las emociones pueden distorsionar la evaluación de riesgos, generando respuestas desproporcionadas o subestimaciones peligrosas.[7] Es crucial reconocer los límites de la percepción pública y buscar un equilibrio entre la conciencia del riesgo y una evaluación objetiva de la situación.
La percepción pública del riesgo, en muchos casos, puede ser una herramienta valiosa para la prevención y la preparación. Moviliza la acción colectiva, promoviendo políticas de seguridad y medidas de mitigación.[8] Sin embargo, existe el riesgo de que la sobreexposición mediática o la manipulación de la información conduzcan a respuestas irracionales o a la ignorancia de riesgos genuinos.
Es fundamental reconocer la necesidad de educación pública para mejorar la alfabetización en riesgos y fomentar una toma de decisiones informada. La comunicación transparente y la promoción del pensamiento crítico son herramientas esenciales para abordar los desafíos asociados con la percepción pública del riesgo.
En síntesis, la toma de decisiones en situaciones de riesgo e incertidumbre se ve influenciada por complejas interacciones entre la psicología, la sociología y la cultura. La percepción pública del riesgo, aunque puede movilizar respuestas positivas, también está sujeta a sesgos y distorsiones. Para mejorar la capacidad de la sociedad para tomar decisiones informadas, se deben establecer medidas educativas y de comunicación efectivas. A continuación, comparto 10 medidas en esta vía:
- Promover la alfabetización en riesgos: Establecer programas educativos que fomenten la comprensión de conceptos de riesgo e incertidumbre desde una edad temprana.
- Transparencia en la comunicación: Mejorar la comunicación entre expertos y el público, enfatizando la transparencia y proporcionando información clara y accesible.
- Desarrollo de pensamiento crítico: Integrar el pensamiento crítico en el currículo educativo para capacitar a las personas en la evaluación objetiva de información y la toma de decisiones informadas.
- Evaluación continua de riesgos: Fomentar la creación de organismos independientes encargados de evaluar y comunicar los riesgos de manera regular, evitando la sobreexposición mediática.
- Integración cultural: Se trata de reconocer y respetar las variadas perspectivas culturales en la evaluación del riesgo, adaptando las estrategias de comunicación a contextos específicos. Es esencial tener presente que, en este proceso, se da prioridad a la cultura del país de acogida, asegurando así una integración armoniosa y respetuosa con la diversidad cultural existente.
- Monitoreo de la desinformación: Establecer medidas para identificar y contrarrestar la desinformación que pueda distorsionar la percepción pública del riesgo.
- Participación ciudadana: Implicar a la sociedad en el proceso de toma de decisiones, promoviendo la participación ciudadana y la colaboración con expertos.
- Adaptación a escenarios cambiantes: Desarrollar flexibilidad en la toma de decisiones para adaptarse a situaciones cambiantes, reconociendo la evolución de la información disponible.
- Investigación continua: Fomentar la investigación interdisciplinaria para comprender mejor la interacción entre factores psicológicos, sociológicos y culturales en la percepción del riesgo.
- Evaluación de impacto: Realizar evaluaciones periódicas del impacto de las medidas implementadas, ajustándolas según sea necesario para mejorar la eficacia.
[1] Kahneman, D., & Tversky, A. (1979) <<Prospect theory: An analysis of decision making under risk>> Econometrica, 47, 263-291. http://dx.doi.org/10.2307/1914185
[2] Knight, F.H. (1921) <<Risk, Uncertainty and Profit>> Houghton Mifflin Company, Boston, 682-690.
[3] Douglas, M., & Wildavsky, A. B. (1982) <<Risk and Culture: An Essay on the Selection of Technical and Environmental Dangers>> Berkeley, CA: University of California Press.
[4] Douglas, M. (1985) <<Risk acceptability according to the social sciences>> Russell Sage Foundation.
[5] Beck U. & Ritter M. (1992) <<Risk society: towards a new modernity>> Sage Publications.
[6]Slovic, P. (1987) <<Perception of risk>> Science, 236(4799), 280–285. https://doi.org/10.1126/science.3563507
[7] Loewenstein, G. F., Weber, E. U., Hsee, C. K., & Welch, N. (2001) <<Risk as feelings>> Psychological Bulletin, 127(2), 267–286. https://doi.org/10.1037/0033-2909.127.2.267
[8] Fischhoff, B., Slovic, P., Lichtenstein, S., Read, S. and Combs, B. (2004) <<How Safe Is Safe Enough? A Psychometric Study of Attitudes toward Technological Risks and Benefits>> In: Slovic, P., Ed., The Perception of Risk, 4 Edition, Earthscan Publications Ltd., London, 80-103.
