Las redes sociales han trascendido su función inicial de conectar individuos para convertirse en una compleja amalgama de dinámicas sociales que reflejan y moldean el poder en diversas formas. El surgimiento de estas plataformas digitales ha dado origen a un fenómeno denominado “dinámicas de poder en redes sociales”, un concepto que abarca las esferas psicológicas, políticas, de autoayuda, sociológicas y culturales.
Desde la perspectiva psicológica, las dinámicas de poder en redes sociales influyen significativamente en la autoestima de los individuos. La constante comparación social y la búsqueda de validación pueden generar ansiedad y afectar la salud mental de los usuarios.[1] La exposición a imágenes idílicas y vidas aparentemente perfectas puede contribuir a la formación de una autoimagen distorsionada. En el ámbito político, las redes sociales se han convertido en una arena donde se libran intensas batallas de poder. La propagación de información y desinformación a través de estas plataformas puede influir en la opinión pública y, por ende, en el sistema político.[2] Las campañas de desacreditación y manipulación son ejemplos palpables de cómo el poder político se entrelaza con la dinámica digital.
Desde la óptica de la autoayuda, las redes sociales se perciben como herramientas para el empoderamiento individual. La capacidad de construir comunidades de apoyo y compartir experiencias personales puede generar un sentido de pertenencia y fortaleza emocional.[3] Sin embargo, este empoderamiento también puede ser efímero, ya que la validación externa puede convertirse en una fuente volátil de autoestima.
En el contexto sociológico, las dinámicas de poder en redes sociales son evidentes en la construcción y consolidación de grupos sociales. La formación de comunidades en línea puede generar solidaridad, pero también puede propiciar la polarización y la creación de “burbujas informativas”, “cámaras de eco” que refuerzan las creencias preexistentes.[4] La interacción en línea, por lo tanto, se presenta como una fuerza que puede ser tanto unificadora como divisoria. Mientras que las redes sociales ofrecen oportunidades para la construcción de puentes entre individuos de diversas procedencias, también pueden contribuir a la fragmentación social al reforzar las diferencias y limitar la exposición a la diversidad de perspectivas. La comprensión de estas dinámicas sociológicas en el ámbito digital es esencial para abordar los desafíos y maximizar los beneficios de la interacción en línea en la construcción de sociedades más inclusivas y comprensivas.
En la dimensión cultural, las redes sociales contribuyen a la globalización cultural al facilitar el intercambio de ideas y valores a escala mundial. Sin embargo, este fenómeno también puede llevar a la homogeneización cultural y a la pérdida de identidades locales.[5] Las dinámicas de poder en redes sociales, por lo tanto, están inextricablemente ligadas a la evolución cultural contemporánea.
Las causas de estas dinámicas de poder son multifacéticas, desde la estructura algorítmica de las plataformas hasta las dinámicas sociales offline que se reflejan en línea. El impacto en la autoestima de la ciudadanía es evidente, ya que la percepción de popularidad y aceptación en línea a menudo se convierte en un barómetro para la autovaloración.
Los aspectos positivos incluyen la conexión global, la expresión individual y el acceso a información diversa. Sin embargo, los negativos, como la comparación constante, la propagación de desinformación y la creación de burbujas sociales, cámaras de eco, no pueden ser subestimados. La aparente autonomía de la autoimagen puede ser un espejismo, ya que está intrínsecamente vinculada a la percepción social.
Aunque las dinámicas de poder en redes sociales a menudo se presentan como perjudiciales, algunos argumentan que estas plataformas han democratizado el acceso a la expresión y el debate público. La capacidad de cualquier individuo para influir y ser escuchado, independientemente de su estatus, puede considerarse una forma de empoderamiento.[6] Sin embargo, este empoderamiento es relativo y puede no ser equitativo.
En última instancia, las dinámicas de poder en redes sociales reflejan y refuerzan las complejidades de la sociedad contemporánea. Reconocer la intersección de factores psicológicos, políticos, de autoayuda, sociológicos y culturales es esencial para comprender el impacto total de estas plataformas en la vida de los individuos. La reflexión sobre el uso consciente de las redes sociales y la promoción de una cultura digital más saludable son lecciones valiosas que todos podemos aprender en esta era conectada.
[1] Twenge J. M. (2017) <<iGen: Why today’s super-connected kids are growing up less rebellious, more tolerant, less happy and completely unprepared for adulthood>>. New york, NY: Atria. ISBN: 978-1-5011-5201-6 paperback. 342 pp. Family and Consumer Sciences Research Journal, 48(3), 290-293. https://doi.org/10.1111/fcsr.12345
[2] Tufekci, Z. (2017) <<Twitter and Tear Gas: The Power and Fragility of Networked Protest>>. New Haven, CT: Yale University Press.
[3] Brown, B. (2010). <<The gifts of imperfection: let go of who you think you’re supposed to be and embrace who you are>>. Center City, Minnesota, Hazelden Publishing.
[4] Martin, D. (2018). <<#republic: Divided Democracy in the Age of Social Media, by Cass R. Sunstein>>. Princeton: Princeton University Press, 2017. 328 pp. ISBN: 978-0691175515. Business Ethics Quarterly 28 (3):360-363.
[5] Appadurai, A. (1996) <<Modernity at Large: Cultural Dimensions of Globalization>>. Minneapolis, MN: University of Minnesota Press.
[6] Shirky, C. (2009) <<Here comes everybody: the power of organizing without organizations>>. New York, Penguin Press.
