La degradación de la educación y la necesidad de un cambio cultural hacia el debate razonado

En los últimos años, hemos sido testigos de una inquietante degradación en la calidad de la educación en nuestra sociedad. Este fenómeno tiene profundas implicaciones desde una perspectiva psicológica. La educación no solo representa una vía para la adquisición de conocimiento, sino que también desempeña un papel crucial en la formación de la identidad y la autoestima de los individuos. Lamentablemente, esta realidad no es comprendida por algunos funcionarios públicos que, evidentemente, carecen de habilidades básicas de alfabetización funcional.

Según Erik Erikson, el reconocido psicólogo del desarrollo, en la etapa de «Inferioridad vs. Industria» de la niñez, los individuos desarrollan un sentido de competencia y autoestima a través de sus logros y habilidades. Sin embargo, cuando la educación falla en proporcionar oportunidades de desarrollo y éxito, los individuos pueden experimentar sentimientos de inferioridad y desesperanza algo muy común en las sociedades occidentales.

Un ejemplo claro de esta degradación educativa se evidencia en la insuficiencia de recursos y la sobrecarga de estudiantes en numerosas escuelas. La carencia de fondos y la falta de apoyo adecuado en el sistema educativo pueden desembocar en una disminución de la calidad de la enseñanza y, en última instancia, en un menoscabo de la autoimagen de los estudiantes. Además, esta situación puede llevar a la transmisión de información inexacta y poco fundamentada como hemos advertido en los últimos años en la enseñanza en España.

La importancia de la educación va más allá de la adquisición de habilidades y conocimientos. Es un elemento fundamental en la construcción de ciudadanos informados y participativos en una democracia. La falta de una educación de calidad puede socavar la capacidad de los individuos para participar en el debate público y el proceso político, lo cual es un objetivo de aquellos que buscan socavar el actual sistema de convivencia.

En palabras de Albert Bandura, uno de los teóricos más influyentes en psicología social, «Las personas no solo son agentes morales, sino también agentes reguladores de la sociedad». Cuando la educación falla en fortalecer y enriquecer culturalmente a los ciudadanos con las habilidades cognitivas y argumentativas necesarias, se debilita la base misma de la democracia.

En la dimensión sociológica, la degradación de la educación es un fenómeno que afecta profundamente la estructura social y las desigualdades. Pierre Bourdieu, conocido por su teoría de la reproducción social, argumentaba que el sistema educativo no solo transmite conocimiento, sino que también perpetúa las desigualdades sociales al favorecer a ciertos grupos.

Es esta línea, cuando la calidad de la educación disminuye, las oportunidades para el ascenso social se ven afectadas. Esto crea un ciclo de desventaja para aquellos que provienen de entornos desfavorecidos. En contraste, aquellos que pueden acceder a educación de alta calidad tienen más posibilidades de éxito y movilidad social.

Un claro ejemplo de esta desigualdad educativa se evidencia en la disparidad de recursos entre escuelas ubicadas en diversas áreas geográficas. Las instituciones educativas en zonas urbanas deprimidas con frecuencia enfrentan limitaciones de recursos, una escasez de docentes altamente capacitados y una carencia de programas extracurriculares, lo que coloca a los estudiantes en una posición de desventaja en comparación con sus iguales en zonas más prósperas. A pesar de ello, es importante recordar que, como menciono con frecuencia, la institución no define al individuo, sino que uno mismo forja su camino.

La importancia de la educación en la sociedad también se relaciona con la formación de ciudadanos activos y comprometidos. En su obra <<La ciudadanía y la educación>>, John Dewey sostenía que la educación es fundamental para la preparación de ciudadanos capaces de participar en un sistema democrático. Cuando la educación se ve amenazada, se corre el riesgo de minar la participación cívica y la cohesión social.

En última instancia, la degradación de la educación no solo conlleva implicaciones psicológicas relacionadas con la autoestima y la autoimagen, sino que también ejerce un profundo impacto en la estructura y la equidad de la sociedad. En este contexto, para abordar este problema de manera efectiva, es necesario adoptar un enfoque sociológico que aborde las desigualdades sistémicas y promueva la igualdad en la educación. Sin embargo, en la actualidad, estas perspectivas pueden parecer poco probables en algunas regiones occidentales, dada la creciente influencia de movimientos políticos caracterizados por su falta de alfabetización funcional y su desprecio por las estructuras políticas establecidas.

Desde el enfoque cultural, la degradación de la educación está intrínsecamente ligada a la pérdida de valores compartidos y la creciente polarización de la sociedad. La educación no solo transmite conocimiento, sino que también juega un papel fundamental en la formación de valores y en la promoción de la cohesión social.

Un ejemplo de la pérdida de valores compartidos se refleja en la escasa importancia otorgada a la educación cívica y ética en numerosas instituciones educativas, así como en las administraciones municipales. En una sociedad caracterizada por la proliferación de ideologías extremas y el aumento del individualismo, es imperativo que se enseñen a los jóvenes los valores fundamentales de la democracia, el respeto por los demás y la responsabilidad cívica. No obstante, en la actualidad, algunas voces críticas, que denomino como ‘analfawokes’, han emergido con alboroto, pero sin ofrecer una alternativa intelectual sólida al sistema que tanto critican.

La importancia de la educación en la formación de valores culturales se relaciona con la obra de Lawrence Kohlberg sobre el desarrollo moral. Kohlberg argumentaba que la educación desempeña un papel crucial en el desarrollo de la moralidad y la ética en los individuos. Cuando la educación se reduce a la transmisión de información sin un enfoque en los valores, se pierde una oportunidad importante para moldear la cultura.

La polarización política y social que observamos en la sociedad contemporánea guarda una estrecha relación con la ausencia de un debate razonado y la preponderancia de ideologías extremas. La educación debe priorizar el desarrollo de la capacidad de los individuos para participar en un diálogo informado y respetuoso, en lugar de fomentar la confrontación y la intolerancia. Esto es especialmente relevante en un contexto donde la llamada ‘corrección política’ puede, en ocasiones, coartar la libre expresión de ideas.

La socióloga Zygmunt Bauman argumentaba que vivimos en una época líquida, caracterizada por la falta de estructuras sólidas y la fluidez de las identidades. Dentro de este marco, la educación debe desempeñar un papel clave en la construcción de una cultura sólida basada en valores compartidos y en la promoción del debate racional.

Para enfrentar la degradación de la educación y promover un cambio cultural hacia un debate razonado, es esencial reconsiderar el papel de la educación en la formación de valores y la cohesión social. Esto requiere un enfoque integral que tracienda la mera transmisión de conocimientos y se centre en el desarrollo de ciudadanos responsables y comprometidos.

En la esfera política, la degradación de la educación y la creciente polarización de la sociedad representan desafíos fundamentales para la salud de la democracia. La educación desempeña un papel crucial en la preparación de ciudadanos informados y comprometidos, esenciales para el funcionamiento de un sistema democrático.

El filósofo político John Stuart Mill argumentaba que una democracia efectiva depende de la participación activa de ciudadanos informados. Cuando la educación falla en proporcionar una comprensión sólida de los asuntos públicos y las habilidades necesarias para el pensamiento crítico, se debilita la capacidad de los ciudadanos para tomar decisiones informadas en el proceso político.

Un ejemplo de la relación entre la educación y la política se refleja en la polarización partidista. Cuando los ciudadanos carecen de una educación que promueva la comprensión de las diferentes perspectivas y el respeto por el disenso, es más probable que se adhieran a ideologías extremas y rechacen el diálogo constructivo.

La libertad de expresión desempeña un papel central en una democracia saludable, ya que permite la expresión de una amplia gama de opiniones y perspectivas. Sin embargo, es esencial que esta libertad se ejerza de manera responsable y respetuosa. John Rawls, en su obra «Teoría de la Justicia», argumenta que el ejercicio de la libertad de expresión debe estar sujeto a restricciones razonables para garantizar la justicia y el bienestar de la sociedad.

La polarización extrema y el discurso incendiario representan una amenaza para la estabilidad democrática. Es fundamental promover un cambio cultural que fomente el debate razonado y la búsqueda de soluciones basadas en el consenso y el sentido común.

Para tratar estos desafíos políticos y culturales de manera efectiva, es esencial adoptar un enfoque integral que valore la educación como pilar fundamental en la construcción de ciudadanos informados y comprometidos. La promoción de una educación de alta calidad, la estimulación del pensamiento crítico y la difusión de valores compartidos constituyen pasos cruciales hacia la consolidación de una sociedad más democrática y cohesionada, libre de discursos violentos y vacíos que socaven su bienestar.

Es imprescindible que los líderes políticos, educadores y la sociedad en su totalidad reconozcan la relevancia de la educación como un bien público vital. La promoción de un sistema educativo equitativo, la defensa de la libertad de expresión responsable y la forja de una cultura basada en el respeto y el diálogo constituyen pasos fundamentales hacia la construcción de una sociedad más saludable y democrática.

Referencias bibliográfica:

Bandura, A. (1991) <<Social cognitive theory of moral thought and action>>. In W. M. Kurtines & J. L. Gewirtz (Eds.), Handbook of moral behavior and development, Vol. 1. Theory; Vol. 2. Research; Vol. 3. Application (pp. 45–103). Lawrence Erlbaum Associates, Inc.

Bourdieu, P. (1977) <<Cultural Reproduction and Social Reproduction>>. In J. Karabel, & A. H. Halsey (Eds.), Power and Ideology in Education (pp. 487-511). New York: Oxford University Press.

Dewey, J. (1916) <<Democracy and Education. An Introduction to the Philosophy of Education>>. New York, NY: Free Press.

Erikson, E. H. (1963) <<Childhood and Society>>. W.W. Norton & Company.

Kohlberg, L. (1984) <<The Psychology of Moral Development: The Nature and Validity of Moral Stages>> (Essays on Moral Development, Volume 2). Harper & Row.

Mill, J. S. (2008) <<On Liberty>>. Oxford University Press.

RAWLS, J. (1971) <<A Theory of Justice>> Original Edition. Harvard University Press. https://doi.org/10.2307/j.ctvjf9z6v

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