Las historias han sido reconocidas durante mucho tiempo como herramientas poderosas para promover un aprendizaje sofisticado. Sin embargo, en tiempos recientes, ha habido una preocupante desaparición de historias en diversas esferas de la vida. Este editorial es una aproximación a las implicaciones psicológicas, sociológicas y educativas de este fenómeno. Basándome en el trabajo de reconocidos teóricos en estos campos, intento arrojar luz sobre la importancia de las historias en facilitar el aprendizaje y las posibles consecuencias de su declive.
Se debe señalar que los relatos o narraciones nos cuentan una secuencia de eventos o experiencias. Los relatos pueden ser ficticios o basados en hechos reales, y se presentan de diferentes formas, como cuentos, novelas, películas, obras de teatro, leyendas, mitos, entre otros. A través de los relatos, se crea una estructura narrativa que captura la atención de los lectores o espectadores y los sumerge en un mundo imaginario o en la recreación de eventos históricos. Los relatos tienen el poder de transmitir emociones, transmitir valores y enseñanzas, y permiten a las personas conectarse con personajes, situaciones y temáticas de manera profunda. Por este motivo, los relatos son utilizados en el ámbito político con el objetivo de influir en la opinión pública de manera manipuladora. Mediante la presentación de una realidad distorsionada, se busca alterar la percepción de los ciudadanos y modificar su comportamiento para obtener beneficios políticos.
Sin embargo, en el contexto educativo, el empleo de relatos como herramienta pedagógica puede agregar un valor significativo al proceso de aprendizaje al hacerlo más atractivo, memorable y significativo para los estudiantes. Los relatos permiten a los educadores presentar conceptos abstractos de una manera concreta y accesible, proporcionando ejemplos vivos y contextos relevantes que facilitan la comprensión y retención de la información. Al implicar a los estudiantes en una narrativa envolvente, los relatos despiertan su curiosidad y motivación, fomentando la participación activa y el pensamiento crítico. Además, los relatos pueden ayudar a los estudiantes a desarrollar habilidades de empatía y comprensión, al sumergirse en las experiencias y perspectivas de los personajes de la historia. En síntesis, el uso estratégico de relatos en el ámbito educativo puede potenciar el proceso de enseñanza-aprendizaje y enriquecer la experiencia educativa de los estudiantes.
Desde un punto de vista psicológico, las historias desempeñan un papel fundamental en la formación de nuestros procesos cognitivos y pensamiento diario. Como argumentan muchos psicólogos, nuestros pensamientos a menudo adoptan una forma narrativa, y las historias sirven como el marco para cómo nos entendemos a nosotros mismos y a los demás. Este concepto se alinea con el trabajo de Vygotsky, quien enfatizó el papel de los guías más expertos en el aprendizaje. Los protagonistas en las historias pueden desempeñar el papel de estos guías, estructurando el proceso de aprendizaje al presentar desafíos y perspectivas para el aprendizaje vicario u observacional. Al interactuar con narrativas, nos hacemos preguntas, predecimos resultados y extraemos significado de las historias que encontramos.[1]
Desde un enfoque sociológico, las historias han servido como un medio para transmitir conocimiento y cultura a través de generaciones durante miles de años. Las narrativas compartidas dentro de una sociedad fomentan una comprensión común y brindan un marco para abordar problemas colectivos. Cuando las historias disminuyen en importancia, se ve gravemente socavada la capacidad de la sociedad para acordar soluciones a desafíos como la criminalidad o la pobreza entre otros. Esto se alinea con las teorías sociológicas de la creación de significado, donde las narrativas actúan como catalizadores para que las personas extraigan teorías causales y las apliquen a sus propias vidas.[2] La desaparición de las historias plantea un riesgo para el tejido social y los valores compartidos de nuestras comunidades.
En el ámbito de la educación, las historias han desempeñado tradicionalmente un papel crucial en facilitar el aprendizaje en diversos temas y áreas. Brindan un vehículo para el contenido abstracto, permiten predecir las acciones de los demás y ayudan a codificar las experiencias personales. Las historias poseen una estructura narrativa que cautiva a los estudiantes y genera un compromiso emocional, lo que hace que el aprendizaje sea más impactante y memorable. Sin embargo, el enfoque actual en evaluaciones estandarizadas y una educación orientada a la eficiencia ha marginado el uso de historias en las aulas. Al enfatizar los libros de texto en lugar del aprendizaje basado en narrativas, privamos a los estudiantes de los aspectos emocionales y atractivos que las historias ofrecen, lo que potencialmente obstaculiza su experiencia de aprendizaje en general.[3]
La desaparición de las historias puede atribuirse a varios factores. El auge de las redes sociales y la disminución de la atención han desplazado el enfoque hacia el contenido fragmentado que carece de la profundidad y el compromiso de las narrativas. En esta era digital acelerada, el valor de las historias está siendo eclipsado, lo que puede disminuir nuestra capacidad para un aprendizaje sofisticado. Sin una comprensión colectiva derivada de narrativas compartidas, la sociedad corre el riesgo de perder la capacidad de abordar problemas complejos y navegar los desafíos de nuestro tiempo.
En definitiva, las historias tienen un profundo impacto en las dimensiones psicológicas, sociológicas y educativas de la vida humana. Su capacidad para transportarnos a espacios psicológicos envolventes, promover la identificación con personajes y catalizar la creación de significado las convierte en indispensables para un aprendizaje sofisticado. Sin embargo, la desaparición de las historias en diversas esferas plantea una amenaza para nuestro desarrollo cognitivo, social y educativo. Como académicos y educadores, es crucial reconocer y revitalizar el poder de las historias en fomentar experiencias de aprendizaje enriquecedoras y motivadoras. Al hacerlo, podemos garantizar la preservación de una sociedad rica en narrativas que promueva el pensamiento crítico, la empatía y la comprensión compartida.[4]
[1] Vygotsky, L. S.:(1978) <<Mind in society: The development of higher psychological processes>>. Harvard University Press.
[2] Bruner, J. S.:(1990) <<Acts of meaning>>. Harvard University Press.
[3] Gallagher, K.:(2011) <<In search of a theoretical basis for storytelling in education research: Story as method>>. International Journal of Research & Method in Education, 34, 49-61. doi:10.1080/1743727X.2011.552308
[4] Benhabib, S.:(1990) <<Hannah Arendt and the redemptive power of narrative>>. Social Research 57: 167–96
