Los poderes ocultos y la gobernanza territorial en la era de la globalización

La gobernanza territorial en la era de la globalización, IA e Internet está impulsada por poderes considerados ocultos que influyen en la dirección política de las naciones occidentales desde diversas dimensiones. La noción de globalización ha sido promovida con el objetivo de fomentar una mayor integración económica y social a nivel global, trascendiendo las limitaciones geográficas y fomentando la interdependencia entre las naciones.

Desde una aproximación geopolítica, autores como Zbigniew Brzezinski, en su obra «El gran tablero mundial: La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos», señala que los intereses de las potencias dominantes y las elites económicas ejercen una influencia sutil pero poderosa en la configuración de las políticas territoriales. Estos poderes ocultos se valen de estrategias geopolíticas para asegurar su acceso a recursos naturales, controlar rutas comerciales y mantener su influencia global.[1] Por ejemplo, la competencia por el control de las fuentes de energía, como el petróleo o tierras raras ha sido un factor determinante en las decisiones políticas de las naciones occidentales, influyendo en la configuración de alianzas y conflictos internacionales. Por este motivo, China está enfocada en consolidar su poder en el escenario mundial mediante el establecimiento de la iniciativa de la Ruta de la Seda. Esta estrategia busca despojar a los «poderes ocultos» de su monopolio sobre las rutas comerciales, permitiendo así una mayor diversificación y acceso a estas vías de comercio.

Desde un enfoque psicológico, autores como Edward Bernays, en su obra «Propaganda», resaltan el papel de la manipulación y el control de la opinión pública en la gobernanza territorial. Los poderes ocultos emplean técnicas de persuasión y propaganda para moldear la percepción de la sociedad y obtener su apoyo a determinadas políticas y agendas. A través de los medios de comunicación, las redes sociales y la publicidad, se generan discursos y narrativas que influyen en la opinión de las personas y condicionan su comportamiento político.[2] Un ejemplo de esto es la utilización de estrategias de desinformación y manipulación en campañas electorales, donde se difunden noticias falsas o se distorsionan hechos para influir en la elección de líderes y en la toma de decisiones políticas.

Desde el punto de vista sociológico, autores como Manuel Castells, en su obra «La sociedad red: una visión global», destacan el papel de las redes de poder en la gobernanza territorial. Los poderes ocultos operan a través de redes de influencia que atraviesan diferentes esferas de la sociedad, como el ámbito empresarial, político y mediático. Estas redes se entrelazan y colaboran en la toma de decisiones políticas que favorecen sus intereses.[3] Un ejemplo de esto es la relación entre las grandes corporaciones, los grupos de presión y los líderes políticos, quienes establecen acuerdos y alianzas que moldean las políticas públicas y la dirección política de las naciones occidentales.

Desde la perspectiva cultural, autores como Antonio Gramsci, en su obra «Los intelectuales y la organización de la cultura», resaltan el poder de la hegemonía cultural en la gobernanza territorial. Los poderes ocultos ejercen su influencia a través de la difusión de valores, normas y símbolos que moldean la identidad y el imaginario colectivo de las sociedades. Mediante la imposición de una cultura dominante, se establecen marcos de referencia que condicionan las percepciones y los comportamientos políticos de las personas.[4] Por ejemplo, la promoción de un consumo desenfrenado y una cultura del individualismo refuerzan un sistema económico basado en el neoliberalismo, lo cual influye en las políticas adoptadas por las naciones occidentales.

En esta línea, en el futuro de los países occidentales en relación a los poderes ocultos y la gobernanza territorial en la era de la globalización, se vislumbran diversos escenarios. Es probable que la lucha por el control de recursos naturales y rutas comerciales se intensifique, generando cambios en las alianzas geopolíticas y tensiones entre diferentes actores. Además, en términos psicológicos, se espera una mayor sofisticación en la manipulación de la opinión pública a través de medios de comunicación y redes sociales, lo que requerirá que los ciudadanos desarrollen habilidades críticas. En el ámbito sociológico, las redes de poder podrían volverse más complejas, afectando la toma de decisiones políticas. Mientras tanto, en el aspecto cultural, la hegemonía cultural ejercida por los poderes ocultos podría fortalecerse, aunque también se espera la aparición de movimientos de resistencia.

En definitiva, el futuro de los países occidentales dependerá de la capacidad de la sociedad para enfrentar estos desafíos y promover una gobernanza más transparente y equitativa, sin perder su identidad cultural y sin sucumbir a valores que no estén en consonancia con su propio patrimonio cultural. Será fundamental mantenerse arraigados a sus valores y principios, buscando un equilibrio entre el progreso global y el respeto por su propia herencia cultural. De esta manera, podrán construir un futuro que combine la influencia de los poderes ocultos con una gobernanza que preserve su singularidad y promueva el bienestar de sus ciudadanos. Será la única manera de asegurar su supervivencia.

[1]Brzezinski, Z. (1998) <<El gran tablero mundial: La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos>> Paidós.

[2] Bernays, E. (2004) <<Propaganda>> Akal.

[3] Castells, M. (2010) <<La sociedad red: una visión global>> Alianza Editorial.

[4] Gramsci, A. (2013) <<Los intelectuales y la organización de la cultura>> Akal.

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