Podríamos afirmar que vivimos en una sociedad políticamente correcta donde todo el mundo está muy ocupado ofendiéndose todo el tiempo, inmersos en un ambiente de degradación cultural y empobrecimiento intelectual. Es difícil ser en un liberal en una generación de profesionales políticamente castrados al servicio del poder y unas tribus urbanas de jóvenes acomplejados y en constante autoflagelación que se refugian en diversas subculturas, entre las que destacan los emos, góticos, pijo-punks, hípsters, rockers, los heavies, muppies, lumbersexuales, swaggers, los bohemios y los grunges.[1]
Se trata de un proceso conveniente para el Estado porque cuando quitamos las capas de propaganda y las formas en que se presentan las cosas en los medios de comunicación, comenzamos a ver las conexiones y comprendemos hacia dónde nos llevan. El desertor soviético y ex propagandista Yuri Bezmenov explicó en su libro Carta de amor a Estados Unidos que cuando un régimen comunista intenta subvertir un país, ataca todos los fundamentos morales y culturales de la nación.[2] Precisamente esa es la finalidad de lo políticamente correcto.
En el mundo globalizado de hoy, con sus vertiginosos cambios sociales y tecnológicos, el ser humano se encuentra en un constante proceso de adaptación. Hay que estar verdaderamente trastornado para encajar en esta sociedad en toda su estupidez, dolor y horror. Una sociedad dominada por mentes mediocres donde el mérito no significa nada y se iguala a los ciudadanos por abajo para que no se cuestione a los líderes con pie de barro. La excelencia y la creatividad están proscritas, solo avanzan aquellos cuya consigna de elevados valores es «sí, señor». «¿Le enseño la rabadilla, señor?». «La mediocracia lleva a todo el mundo a subordinar cualquier tipo de deliberación a modelos arbitrarios promovidos por instancias de autoridad».[3]
La historia ha demostrado una y otra vez lo importante que es reflejar continuamente las acciones de las personas pues los regímenes más siniestros se han levantado y han cometido sus horrendos crímenes porque millones eunucos políticamente correctos y en rápida genuflexión fueron incapaces de cuestionar sus comportamientos. Según Bill Maher, muchos participaban en estas acciones sin sentirse responsables del resultado final. La mayoría de estos crímenes solo pueden cometerse cuando muchas personas son cómplices incuestionables en las actividades del colectivo. Hay una frase en el libro de Ray Bradbury, Fahrenheit 451 que arroja luz: «Ante todo, deberemos construir una fábrica de espejos, y durante el próximo año, solo fabricaremos espejos y nos miraremos prolongadamente en ellos».[4] Este comentario del personaje Granger es profundo porque nos dice que la sociedad se ha vuelto tan superficial y despreciable que la gente es incapaz de observarla desde el exterior. Una sociedad que ignoró sus propios delirios en el pasado y aún más en el presente. Incluso con libros y el pensamiento libre a su alcance, la gente no aprendió de sus errores. La esperanza de Granger es que su grupo actúe como un espejo para la sociedad, permitiendo a la gente reconocer sus errores y aprender de ellos. Él quiere fomentar la capacidad del pensamiento libre y la crítica objetiva, en lugar de la servitud de la mente, la aceptación ciega de las normas sociales.
Cabe añadir que le tenemos miedo a las palabras que transmiten la verdad, más aún cuando es una verdad desagradable, como el hecho de que hay un intolerante y un racista a ambos extremos del espectro ideológico en cada casa y esquina de este país. «Cada uno en su casa y Dios en la de todos», es uno de sus mantras.
Las palabras que esconden la verdad u ocultan la realidad, el lenguaje eufemístico es la manera en que Europa lidia con la realidad. Detrás de su orgullo mal disimulado, Europa tiene problemas para enfrentar la verdad, por lo que inventa un tipo de lenguaje blando, una refinada crueldad para protegerse de ella y empeora con cada generación de imbéciles. De vez en cuando, además de otorgar títulos honoríficos como hijo predilecto o hijo adoptivo, no debemos olvidar que también hay hijos de puta.
La corrección política es una herramienta en manos de exaltados que se pasan toda la vida odiando y oponiéndose a todos. Con el cariz de predicadores proyectan una falsa piedad y rectitud. No obstante, son maestros de la censura, las falsas acusaciones y la extravagancia infantil, denunciando todo lo que no les suena bien.
Mientras tanto, la sociedad avanza hacia dimensiones peligrosas a ambos extremos del espectro ideológico. No hay nada más que leer lo que sucede en el mundo globalizado para coincidir con el diagnóstico de Michael Ellner: «Solo míranos. Todo está al revés… Los médicos destruyen la salud, los abogados destruyen la justicia, los psiquiatras destruyen las mentes, los científicos destruyen la verdad, los principales medios destruyen la información, las religiones destruyen la espiritualidad y los gobiernos destruyen la libertad».
[1]Robles, F.: (2019) «Las 25 Tribus Urbanas Más Populares y sus Características». https://www.lifeder.com/tribus-urbanas/
[2] Phillip, J.:(2019) «Lo políticamente correcto” es una herramienta socialista para la censura y el control del pensamiento». La Gran Época.https:// es.theepochtimes.com/lo-politicamente-correcto-es-una-herramienta-socialista-para-la-censura-y-el-control-del-pensamiento_474500.html
[3]Deneault, A.: (2019) «Cuando los mediocres toman el poder». Periódico El País. https://elpais.com/elpais/2019/08/30/ideas/1567166223_815812.html200
[4] Bradbury, R. (2006) <<Fahrenheit 451>>. Almería. Ediciones Perdidas Camino de los Espejos.
Nota: «Lo políticamente correcto», es un artículo del libro: Galascio Sánchez, M. A. (2020) <<Mosaïque: el amanecer de una nueva era>> (Primera Edición). Círculo Rojo Editorial.

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